martes, octubre 06, 2015

Romance del desterrado


¡Ay, nuevos campos perdidos,
campos de mi mala suerte!
Ahí se quedan tus olivos
y tus naranjos nacientes.

Brilla el agua en tus acequias,
surcan la tierra tus bueyes
y yo cruzo tus caminos
y jamás volveré a verte.

Los tiernos brazos del trigo
entre tus vientos se mueren.
¡Ay, los brazos de mi sangre
son molinos de mi muerte!

No tengo casa ni amigo,
ni tengo un lecho caliente,
ni pan que calme mis hambres,
ni palabra que me aliente.

¡Ay, cuerpos desheredados!
¿Cómo tu cuerpo sostienes,
si al que corta tus raíces
tu fresca sombra le ofreces?

Mal cuerpo me ha dado el mundo;
mal árbol, que ni florece,
ni puede tener seguro
fruto que en su rama crece.

¡Ay, el valor de mis manos!
¡Ay, los ojos de mi frente!
¡Ay, bajo la luz del alba!
¡Ay, bajo la sombra fuerte!

Ya siempre andarán despiertos,
despiertos sin conocerme,
que solo miran al viento
por donde sus penas vienen.

¡Ay campo, campo lejano,
donde mi color se muere;
nunca encontrarás mi olvido
si he de olvidar el perderte!

Emilio Prados

Paco Ibáñez

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