La eternidad sólo era
Música de silencios
Y armonía de esferas.
Los ángeles,
Inocentes y crueles,
Pulsaban los resortes eléctricos
Del amor y la muerte.
Sus manos de cristal flotaban
En las aguas de las arpas
Y sus ojos sin mirada
Se perdían en los cielos incoloros.
Los ángeles
Jugaban al ajedrez imperturbables,
Movían cartabones y compases,
Tablas de logaritmos,
Magias,
Teorías,
Claves.
Y envueltos en el nimbo celeste
De estas matemáticas ingenuas y tristes
Pronunciaban palabras sin sentido
Con una voz solemne.
Gabriel Celaya
Imanol
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