El diamante de una estrella
ha rayado el hondo cielo,
pájaro de luz que quiere
escapar del universo
y huye del enorme nido
donde estaba prisionero
sin saber que lleva atada
una cadena en el cuello.
Cazadores extrahumanos
están cazando luceros,
cisnes de plata maciza
en el agua del silencio.
Los chopos niños recitan
su cartilla; es el maestro
un chopo antiguo que mueve
tranquilo sus brazos muertos.
Ahora en el monte lejano
jugarán todos los muertos
a la baraja. ¡Es tan triste
la vida en el cementerio!
¡Rana, empieza tu cantar!
¡Grillo, sal de tu agujero!
Haced un bosque sonoro
con vuestras flautas. Yo vuelo
hacia mi casa intranquilo.
Se agitan en mi cerebro
dos palomas campesinas
y en el horizonte, ¡lejos!,
se hunde el arcaduz del día.
¡Terrible noria del tiempo!
Tú y tu desnudo sueño. No lo sabes.
Duermes. No. No lo sabes. Yo en desvelo,
y tú, inocente, duermes bajo el cielo.
Tú por tu sueño, y por el mar las naves.
En cárceles de espacio, aéreas llaves
te me encierran, recluyen, roban. Hielo,
cristal de aire en mil hojas. No. No hay vuelo
que alce hasta ti las alas de mis aves.
Saber que duermes tú, cierta, segura
cauce fiel de abandono, línea pura,
tan cerca de mis brazos maniatados.
Qué pavorosa esclavitud de isleño,
yo, insomne, loco, en los acantilados,
las naves por el mar, tú por tu sueño.
Estoy triste... y no sé por qué;
he bebido amor,
y aún tengo sed.
Estoy sola... y no sé por qué
quisiera saberlo,
mas no lo diré...
Estoy sola y no sé por qué,
quisiera besar,
y no sé a quién.
Estoy enamorada... y no sé de qué.
Quisiera saberlo...
y no puede ser.
Estoy triste y sola...
y no sé por qué.
En las noches claras
En las noches claras,
resuelvo el problema de la soledad del ser.
Invito a la luna y con mi sombra somos tres.
La canción de Eskarnia:
Estoy triste y sola y no sé por qué
He bebido amor y aún tengo sed,
Quisiera saberlo y no puede ser,
Estoy triste y sola y no sé por qué…
Sola por las calles me paseo, soy cabra sola vendo paz a los guerreros, sola recorro las calles de este mundo, sola escribo, sola sufro. Me quejo sola, sola moro, a la mierda con el coro moro solo, con decoro sola moro, a la mierda el oro, sola mejoro y empeoro, sola… solo… hago versos. Escribo en las paredes, lloro en los armarios, estoy sola sin tu amor, sin tu mirada, sin tus cartas, si ya no me cantas, igual de harta que sola, igual de sola que harta, sola, ¡sola!, por las calles me paseo, soy cabra sola vendo paz a los guerreros, sola recorro las calles de este mundo, sola escribo, sola sufro.
Estoy triste y sola y no sé por qué
He bebido amor y aún tengo sed,
Quisiera saberlo y no puede ser,
Estoy triste y sola y no sé por qué…
Me siento sola y una, como la luna, soy igual que todas pero como yo ninguna, en mi cuna solo hay palabras y agua. Sola... sola pero con esperanza, en las vías sola mientras espero el tren, mientras miro el calendario, mientras me visto sola como un ave despistada, mientras quede este segundo en que la vida es una hora sola sobran las palabras. Recorro sola las calles de este mundo, escribo sola y yo sola me confundo, otro trago malo, lo consigo sin el llanto, me bebo el verbo estoy sola en mi desierto. Cazando mariposas con mi traje de torero, cuando estoy triste y sola miro al cielo. Resuelvo este problema de la soledad del ser, invito a la luna y con mi sombra somos tres.
No te quedes inmóvil
al borde del camino,
no congeles el júbilo,
no quieras con desgana,
no te salves ahora,
ni nunca
no te salves,
no te llenes de calma,
no reserves del mundo,
solo un rincón tranquilo,
no dejes caer los párpados,
pesados como juicios,
no te quedes sin labios,
no te duermas sin sueño,
no te pienses sin sangre,
no te juzgues sin tiempo...
Pero si,
pese a todo,
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo,
y quieres con desgana,
y te salvas ahora,
y te llenas de calma,
y reservas del mundo
solo un rincón tranquilo,
y dejas caer los párpados,
pesados como juicios,
y te secas sin labios,
y te duermes sin sueño,
y te piensas sin sangre,
y te juzgas sin tiempo,
y te quedas inmóvil
al borde del camino,
y te salvas…
La prisa es mala, la ciencia es misa.
Escribo porque tengo calma,
que no es moco,
boli, papel y tiempo.
Tengo también las ganas
y el estómago lo suficientemente
vacío.
He tendido las camisas de fuerza en el jardín.
La poesía es lo de siempre.
Yo también tengo grilletes en los pies
y telarañas en los ojos
y bozal de mimbre
pero no escribo por deporte, ni por no estar, ni pornostar,
ni porque me importe el arte, ni por darte, ni por darme,
escribo por locura irrefrenable
porque no todo es ponerse.
No escribo por encargo ni de mí mismo.
La poesía es lo de siempre.
A veces todo lo que me rodea se torna enredadera
y los seres queridos son maniquíes haciéndome cosquillas.
La poesía es lo de nunca.
Hablar de hacer aquello que potencialmente es realizable,
la utopía equidistante,
fletar cien autobuses sin gente.
La vida es lo de siempre.
Hoy es un día diferente,
como todos los demás.
Iremos a bailar rocanrol a la plaza de un pueblo
en que nunca has estado,
como siempre.
Saben los que saben porque lo dicen los que no saben.
Si los que saben saben que saben, no saben.
¿Qué canciones pondrán hoy
en Rock FM?
No escribo para ser leído.
No leo para ser escritor.
Poeta
es aquel que,
a través de la palabra,
trata de comprender un mundo que no lo comprende a él,
aquel capaz de encontrar preguntas a todas las respuestas,
el que escucha a la luna
y ve a través de las rendijas de la mente.
Poeta no es este
o aquel.
Poeta es también quien ornamenta el verso.
Pues bien.
Tengo tanta tristeza taladrándome
que cabe en un paquete de tabaco
la infinitud de la felicidad.
La poesía no es ahora que está siendo escrita.
La poesía es ahora que está siendo leída.
La poesía, decía,
es casi tan aburrida como el rocanrol,
riff arriba, oxímoron abajo.
Debajo de las multiplicaciones
hay una gota de sangre de pato.
Debajo de las divisiones
hay una gota de sangre de marinero.
Debajo de las sumas, un río de sangre tierna;
un río que viene cantando
por los dormitorios de los arrabales,
y es plata, cemento o brisa
en el alba mentida de New York.
Existen las montañas, lo sé.
Y los anteojos para la sabiduría,
lo sé. Pero yo no he venido a ver el cielo.
He venido para ver la turbia sangre,
la sangre que lleva las máquinas a las cataratas
y el espíritu a la lengua de la cobra.
Todos los días se matan en New York
cuatro millones de patos,
cinco millones de cerdos,
dos mil palomas para el gusto de los agonizantes,
un millón de vacas,
un millón de corderos
y dos millones de gallos
que dejan los cielos hechos añicos.
Más vale sollozar afilando la navaja
o asesinar a los perros en las alucinantes cacerías
que resistir en la madrugada
los interminables trenes de leche,
los interminables trenes de sangre,
y los trenes de rosas maniatadas
por los comerciantes de perfumes.
Los patos y las palomas
y los cerdos y los corderos
ponen sus gotas de sangre
debajo de las multiplicaciones;
y los terribles alaridos de las vacas estrujadas
llenan de dolor el valle
donde el Hudson se emborracha con aceite.
Yo denuncio a toda la gente
que ignora la otra mitad,
la mitad irredimible
que levanta sus montes de cemento
donde laten los corazones
de los animalitos que se olvidan
y donde caeremos todos
en la última fiesta de los taladros.
Os escupo en la cara.
La otra mitad me escucha
devorando, cantando, volando en su pureza
como los niños en las porterías
que llevan frágiles palitos
a los huecos donde se oxidan
las antenas de los insectos.
No es el infierno, es la calle.
No es la muerte, es la tienda de frutas.
Hay un mundo de ríos quebrados y distancias inasibles
en la patita de ese gato quebrada por el automóvil,
y yo oigo el canto de la lombriz
en el corazón de muchas niñas.
óxido, fermento, tierra estremecida.
Tierra tú mismo que nadas por los números de la oficina.
¿Qué voy a hacer, ordenar los paisajes?
¿Ordenar los amores que luego son fotografías,
que luego son pedazos de madera y bocanadas de sangre?
No, no; yo denuncio,
yo denuncio la conjura
de estas desiertas oficinas
que no radian las agonías,
que borran los programas de la selva,
y me ofrezco a ser comido por las vacas estrujadas
cuando sus gritos llenan el valle
donde el Hudson se emborracha con aceite.
Federico García Lorca
Atilio y los Alimonados
Tal día como hoy, en 1898, nacía Federico García Lorca.
Cuesta comprender que nos pasamos
media vida persiguiendo cosas que nos hacen daño,
cuesta demasiado darse cuenta
y lo que más cuesta después
es deshacer el desengaño,
cuesta entender que la persona que te hiere
sea la misma a la que estás necesitando.
Cuesta, la vida cuesta...
Cuesta confiar en el amor,
volver a aquel fotomatón,
saber que no me estás buscando.
Cuesta comprender que hay ciertos trenes,
ciertas pieles, ciertas bocas
que no acaban regresando.
Cuesta no escuchar al corazón
cuando el pasado aparece
arrepentido por tu barrio.
Cuesta, la vida cuesta...
Cuesta comprender que nos pasamos
media vida persiguiendo cosas que nos hacen daño.
Y que perdonar a quien te daña
es la única terapia que te acabará curando.
Cuesta entender nuestro pasado
fuimos el amor correcto
en el momento equivocado.
Cuesta, la vida cuesta...
Cuesta confiar en el amor,
volver a aquel fotomatón,
saber que no me estás buscando.
Cuesta comprender que hay ciertos trenes,
ciertas pieles, ciertas bocas
que no acaban regresando.
Cuesta no escuchar al corazón
cuando el pasado aparece
arrepentido por tu barrio.
Bebo porque la gente no me gusta,
porque a la gente la quiero demasiado;
las cosas cambian y el ímpetu se enferma,
sé lo que dan de sí los hombres;
sé que hay pocos que prestarían sangre,
sé que hay muchos que me encarcelarían.
Bebo para olvidar que estoy bebiendo.
Porque la noche es larga y tiene seres,
la vida es corta en cambio y tiene prisa,
la alcoba es grande y el sereno es bizco
y un chinche flaco trepa por el techo.
Bebo para acordarme de estas cosas.
Bebo para olvidar que estoy bebiendo.