domingo, diciembre 23, 2012

Casida del sediento


Arena del desierto
soy, desierto de sed.
Oasis es tu boca
donde no he de beber.
             
Boca: oasis abierto
a todas las arenas del desierto.

Húmedo punto en medio
de un mundo abrasador
el de tu cuerpo, el tuyo,
que nunca es de los dos.
             
Cuerpo: pozo cerrado
a quien la sed y el sol han calcinado.

Miguel Hernández

Carmen Linares

Jarcha

Francisco Curto

Carmen Linares y Silvia Pérez Cruz

viernes, diciembre 21, 2012

Tu puerta no tiene casa




Cuando paso por tu puerta,
la tarde que viene a herir
con su hermosura desierta
que no acaba de morir.

Tu puerta no tiene casa
ni calle: tiene un camino,
por donde la tarde pasa
como un agua sin destino.

Tu puerta tiene una llave
que para todos rechina.
En la tarde hermosa y grave,
ni una sola golondrina.

Hierbas en tu puerta crecen
de ser tan poco pisada.
Todas las cosas padecen
sobre la tarde abrasada.

La piel de tu puerta, ¿encierra
un lecho que compartir?
La tarde no encuentra tierra
donde ponerse a morir.

Lleno de un siglo de ocasos
de una tarde azul de abierta,
hundo en tu puerta mis pasos
y no sales a tu puerta.

En tu puerta no hay ventana
por donde poderte hablar.
Tarde, hermosura lejana
que nunca pude lograr.

Y la tarde azul corona
tu puerta gris de vacía.
Y la noche se amontona
sin esperanzas de día.

Miguel Hernández

Jarcha

jueves, diciembre 20, 2012

Contra Jaime Gil de Biedma


De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,
dejar atrás un sótano más negro
que mi reputación —y ya es decir—,
poner visillos blancos
y tomar criada,
renunciar a la vida de bohemio,
si vienes luego tú, pelmazo,
embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,
zángano de colmena, inútil, cacaseno,
con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?

Te acompañan las barras de los bares
últimos de la noche, los chulos, las floristas,
las calles muertas de la madrugada
y los ascensores de luz amarilla
cuando llegas, borracho,
y te paras a verte en el espejo
la cara destruida,
con ojos todavía violentos
que no quieres cerrar. Y si te increpo,
te ríes, me recuerdas el pasado
y dices que envejezco.

Podría recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo casual y que tu desenfado
resultan truculentos
cuando se tienen más de treinta años,
y que tu encantadora
sonrisa de muchacho soñoliento
—seguro de gustar— es un resto penoso,
un intento patético.
Mientras que tú me miras con tus ojos
de verdadero huérfano, y me lloras
y me prometes ya no hacerlo.

Si no fueses tan puta!
Y si yo no supiese, hace ya tiempo,
que tú eres fuerte cuando yo soy débil
y que eres débil cuando me enfurezco...
De tus regresos guardo una impresión confusa
de pánico, de pena y descontento,
y la desesperanza
y la impaciencia y el resentimiento
de volver a sufrir, otra vez más,
la humillación imperdonable
de la excesiva intimidad.

A duras penas te llevaré a la cama,
como quien va al infierno
para dormir contigo.
Muriendo a cada paso de impotencia,
tropezando con muebles
a tientas, cruzaremos el piso
torpemente abrazados, vacilando
de alcohol y de sollozos reprimidos.
Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!

Jaime Gil de Biedma

Imanol Arias

Jaime Gil de Biedma

Alejandro Martínez

Luis Emilio Batallán y Joaquín Sabina

domingo, diciembre 16, 2012

Oye...


Yo seré a tu lado, silencio, silencio,
perfume, perfume, no sabré pensar,
no tendré palabras, no tendré deseos,
sólo sabré amar.

Cuando el agua caiga monótona y triste
buscaré tu pecho para acurrucar
este peso enorme que llevo en el alma
y no sé explicar.

Te pediré entonces tu lástima, amado,
para que mis ojos se den a llorar
silenciosamente, como el agua cae
sobre la ciudad.

Y una noche triste, cuando no me quieras,
secaré los ojos y me iré a bogar
por los mares negros que tiene la muerte,
para nunca más.

Alfonsina Storni

Paco Ibáñez


Soldadito boliviano


Soldadito de Bolivia,
soldadito boliviano.
Armado vas de tu rifle
que es un rifle americano.
Que es un rifle americano,
soldadito de Bolivia.
Que es un rifle americano

Te lo dio el señor Barrientos,
soldadito boliviano.
Regalo de Mister Johnson
para matar a tu hermano.
Para matar a tu hermano,
soldadito de Bolivia.
Para matar a tu hermano

No sabes quien es el muerto,
soldadito boliviano.
El muerto es el Che Guevara
y era Argentino y Cubano.
Y era Argentino y Cubano,
soldadito de Bolivia.
Y era argentino y cubano.

Él fue tu mejor amigo,
soldadito boliviano.
Él fue tu amigo de a pobre
del oriente al altiplano.
Del oriente al altiplano,
soldadito de Bolivia.
Del oriente al altiplano.

Está mi guitarra entera,
soldadito boliviano,
de luto, pero no llora
aunque llorar es humano.
Aunque llorar es humano
soldadito de Bolivia.
Aunque llorar es humano

No llora porque la hora,
soldadito boliviano.
No es de lágrima y pañuelo
sino de machete en mano.
Sino de machete en mano,
soldadito de Bolivia.
Sino de machete en mano

Con el cobre que te paga,
soldadito boliviano.
Que te vende que te compra
es lo que piensa el tirano.
Es lo que piensa el tirano,
soldadito de Bolivia.
Es lo que piensa el tirano.

Pero aprenderás seguro,
soldadito boliviano.
Que a un hermano no se mata,
que no se mata a un hermano.
Que no se mata a un hermano,
soldadito de Bolivia.
Que no se mata a un hermano.
Que no se mata a un hermano.

Nicolás Guillén

Paco Ibáñez

sábado, diciembre 15, 2012

Casida de los ramos


Por las arboledas del Tamarit
han venido los perros de plomo
a esperar que se caigan los ramos,
a esperar que se quiebren ellos solos.

El Tamarit tiene un manzano
con una manzana de sollozos.
Un ruiseñor apaga los suspiros
y un faisán los ahuyenta por el polvo.

Pero los ramos son alegres,
los ramos son como nosotros.
No piensan en la lluvia y se han dormido,
como si fueran árboles, de pronto.

Sentados con el agua en las rodillas
dos valles esperaban al otoño.
La penumbra con paso de elefante
empujaba las ramas y los troncos.

Por las arboledas de Tamarit
hay muchos niños de velado rostro
a esperar que se caigan mis ramos,
a esperar que se quiebren ellos solos.

Federico García Lorca

Carlos Cano