sábado, diciembre 16, 2006

Severa conminación de un ciudadano del mundo








Mataos
pero dejad tranquilo a ese niño que duerme en una cuna.
Si vuestra rabia es fuego que devora tal cielo
y en vuestras almohadas crecen las pistolas:
destruíos aniquilaos ensangrentad
con ojos desgarrados los acumulados cementerios
que bajo la luna de tantas cosas callan
pero dejad tranquilo al campesino
que cante en la mañana
el azul nutritivo de los soles.

Invadid con vuestro traqueteo
los talleres los navíos las universidades
las oficinas espectrales donde tanta gente languidece
triturad toda rosa hallad al noble pensativo
preparad las bombas de fósforo y las nupcias del agua con la muerte
que han de aplastar a las dulces muchachas paseantes
en esta misma hora que sonríe
por una desconocida ciudad de provincias
pero dejad tranquilo al joven estudiante
que lleva en su corazón un estío secreto.

Inundad los periódicos las radios los cines las tribunas
de entelequias estructuras incompatibilidades
pero dejad tranquilo al obrero que fumando un pitillo
ríe con los amigos en aquel bar de la esquina.

Asesinaos si así lo deseáis
exterminaos vosotros: los teorizantes de ambas cercas
que jamás asiríais un fusil de bravura
pero dejad tranquilo a ese hombre tan bueno y tan vulgar
que con su mujer pasea en los económicos atardeceres.

Aplastaos pero vosotros
los inquisitoriales azuzadores de la matanza
los implacables dogmáticos de estrechez mentecata
los monstruosos depositarios de la enorme Gran Estafa
los opulentos energúmenos que en alza favorable de cotizaciones
preparáis la trituración de los sueños modestos
bajo un hacha de martirios inútiles.

Pisotead mi sepulcro también
os lo permito si así lo deseáis inclusive y todo
aventad mis cenizas gratuitamente
si consideráis que mi voz de la calle no se acomoda a vuestros fines suculentos
pero dejad tranquilo a ese niño que duerme en una cuna
al campesino que nos suda la harina y el aceite
al joven estudiante con su llave de oro
al obrero en su ocio ganado fumándose un pitillo
y al hombre gris que coge los tranvías
con su gabán roído a las seis de la tarde.

Esperan otra cosa.
Los parieron sus madres para vivir con todos
y entre todos aspiran a vivir tan sólo esto
y de ellos ha de crecer
si surge
una raza de hombres con puñales de amor inverosímil
hacia otras aventuras más hermosas.

                    Miguel Labordeta

Monte Solo

Mariano Anós. (Fragmento)

Emilio Gastón

Ángel Puente






Pintura de Antonio Saura en homenaje a Miguel Labordeta con el mismo título de este poema:


martes, diciembre 12, 2006

Desnudos


Por el mar vendrán
las flores del alba
(olas, olas llenas
de azucenas blancas),
el gallo alzará
su clarín de plata.

(¡Hoy! te diré yo
tocándote el alma)

¡O, bajo los pinos,
tu desnudez malva,
tus pies en la tierna
yerba con escarcha,
tus cabellos verdes
de estrellas mojadas!

(...Y tú me dirás
huyendo: Mañana)

Levantará el gallo
su clarín de llama,
y la aurora plena,
cantando entre granas,
prenderá sus fuegos
en las ramas blandas.

(¡Hoy! te diré yo
tocándote el alma)

¡O, en el sol nacido,
tus sienes doradas,
los ojos inmensos
de tu cara maga,
evitando azules
mis negras miradas!

(...Y tú me dirás
huyendo: Mañana)

Juan Ramón Jiménez

Javier Bergia

Alameda

lunes, noviembre 27, 2006

Ausencia





Ir y quedarse, y con quedar partirse,
partir sin alma, e ir con alma ajena,
oír la dulce voz de una sirena
y no poder del árbol desasirse;

arder como la vela y consumirse
haciendo torres sobre la tierna arena;
caer de un cielo, y ser demonio en pena,
y de serlo jamás arrepentirse;

hablar entre las mudas soledades,
pedir prestada, sobre la fe, paciencia,
y lo que es temporal llamar eterno;

creer sospechas y negar verdades,
es lo que llaman en el mundo ausencia,
fuego en el alma y en la vida infierno.

Lope de Vega

Imanol

J. A. Labordeta y Marina Rusell

Suburbano


sábado, noviembre 25, 2006

Pa la sangre


Pa la sangre la vida
pa Dios la muerte
pa Dios la muerte
pa la sangre la vida
pa Dios la muerte
pa mi cuerpo la pena
de conocerte.

De conocerte
pa la sangre la vida
(y) quien olvidara
la manera en que vuelves
niña la cara.

A la zorra la liebre
y al lirio el valle
y al lirio el valle
a la zorra la liebre
y al lirio el valle
al tirano las leyes
y a ti la calle.

Y a ti la calle
a la zorra la liebre
y a mi condena
si me vuelves la cara
flor de azucena.

Si te ríes me río
si lloras lloro
si lloras lloro
si te ríes me río
si lloras lloro
y si cantas mi vida
yo soy el coro.

Yo soy el coro
si te ríes me río
flor de retama
y si tú eres el fuego
yo soy la rama.

Chicho Sánchez Ferlosio

Chicho Sánchez Ferlosio y Amancio Prada

domingo, noviembre 19, 2006

Villancico laico-gitano


¡Vente, amigo!, vamos a ver
al hombre nuevo que va a nacer.
El valor y la fortuna
se pelearán por abrirle la cuna.
Es tan vivo y tan gracioso
que no te acuerdas de ver si es hermoso.

¡Vente, niño!, vamos a ver
a este sol nuevo que quiere nacer.
Vente a ver cómo ha brotado
la llama viva del fuego apagado.

Llorará sin fundamento
y se le olvida cuando está contento.
No comprende el churumbel,
pero tampoco nosotros a él.

¡Vente, prima!, vamos a ver
la luna nueva que empieza a crecer.
Vente a ver como ha salido
la rama fresca del árbol partido.

No podrá ver el futuro,
pero sabrá vivir inseguro.
Será igual que otro cualquiera
pero a su estilo y a su manera.

¡Vente, amigo!, vamos a ver
la fuente clara que rompe a correr.
¡Vente, amigo!, vamos a ver
si el hombre nuevo pudiera nacer

Chicho Sánchez Ferlosio

Chicho Sánchez Ferlosio y Amancio Prada

La vecina


A través de la pared
oigo tu parte peor,
y aún esa le da calor
a este corazón sin fe.

Oigo tu parte peor
y tu voz me gusta tanto
que me suena como un canto,
aunque grites de furor.

Converso con tu señor
y siento que es como yo,
en parte por eso no
le doy alas al amor.

No encuentro nada de malo
en soltar lo que uno siente,
pero la gente es ardiente
y enseguida coge el palo.

Si se lo cuentas a él
se va a enterar también ella
y se armará una querella
por un trozo de papel.

“Éste me tira los tejos
sólo porque vivo aquí...”
No es cierto, pensaba en ti
también cuando estaba lejos.

Y no me voy a morir
por no poderte abrazar,
pero tener que callar
no lo podía sufrir.

Por mí no tendrás problema,
desconocida paloma,
tómatelo todo a broma
y arroja al fuego el poema.

Soy un viejo prematuro,
sin dientes y sin cabello,
pero me queda un destello
de niño sencillo y puro.

Jamás te molestaré,
me conformo con tu cara
y tu voz cálida y clara
a través de la pared.

Chicho Sánchez Ferlosio

Chicho Sánchez Ferlosio y Amancio Prada

sábado, noviembre 18, 2006

El poeta



               A Miguel Labordeta, mi hermano

Él quiso ser
palabra sobre el río al amanecer,
y caminó
por viejas esperanzas que nadie entendió.
Dejó después
la mano entre las manos y se nos marchó
con un suave silencio
que el viento rompió.

          Su gesto fue
          dolido por el caminar
          entre yermos y piedras
          y un extenso erial.

Su voz se ató
al yermo del paisaje y a la sangre en flor.
Se hizo pared
allí donde los muros cayeron tras él.
Su soledad
abrió por los caminos la necesidad
que levanta a los hombres
a la libertad.

          Caminos son
          abiertos por su fuerte voz
          lanzada contra cierzo y sol
          y contra tantos siglos de dolor.

José Antonio Labordeta

José Antonio Labordeta (Cantar y callar)

José Antonio Labordeta (Labordeta en directo)

Monte Solo

domingo, noviembre 12, 2006

Oda a la guitarra




Delgada
línea pura
de corazón sonoro.
Eres la claridad cortada al vuelo:
cantando sobrevives,
todo se irá menos tu forma.

No sé si el llanto ronco
que de ti se desploma,
tus toques de tambor, tu
enjambre de alas,
será de ti lo mío,
o si eres
en silencio
más decididamente arrobadora,
sistema de paloma
o de cadera,
molde que de su espuma
resucita
y aparece, turgente, reclinada
y resurrecta rosa.
Debajo de una higuera,
cerca del ronco y raudo Bio-Bio,
guitarra,
saliste de tu nido como un ave
y a unas manos
morenas
entregaste
las citas enterradas,
los sollozos oscuros,
la cadena sin fin de los adioses.
De ti salía el canto,
el matrimonio
que el hombre
consumó con su guitarra,
los olvidados besos,
la inolvidable ingrata,
y así se tranasformó
la noche entera
en estrellada caja
de guitarra,
temblando el firmamento
con su copa sonora
y el río
sus infinitas cuerdas
afinaba
arrastrando hacia el mar
una marea pura
de aromas y lamentos.

¡Oh! soledad sabrosa
con noche venidera,
soledad como el pan terrestre,
soledad con un río de guitarras.
El mundo se recoge
en una sola gota
de miel, en una estrella,
todo es azul entre las hojas,
toda la altura temblorosa
canta.

Pablo Neruda

Vicente Amigo. (Eliminado del servidor por reclamación de los derechos de autor)

Para que tú me oigas


Para que tú me oigas,
mis palabras
se adelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las playas.

Collar, cascabel ebrio
para tus manos suaves como las uvas.

Y las miro lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.

Ellas trepan así por las paredes húmedas.
Eres tú la culpable de este juego sangriento.

Ellas están huyendo de mi guarida oscura.
Todo lo llenas tú, todo lo llenas.

Antes que tú poblaron la soledad que ocupas,
y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.

Ahora quiero que digan lo que quiero decirte
para que tú las oigas como quiero que me oigas.

El viento de la angustia aún las suele arrastrar.
Huracanes de sueños aún a veces las tumban.
Escuchas otras voces en mi voz dolorida.
Llanto de viejas bocas, sangre de viejos súplicas.
Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme.
Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.

Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras.
Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.

Voy haciendo de todas un collar infinito
para tus blancas manos, suaves como las uvas.

Pablo Neruda

Carmen París

Oda a la tristeza


Tristeza, escarabajo
de siete patas rotas,
huevo de telaraña,
rata descalabrada,
esqueleto de perra:
Aquí no entras.
No pasas.
Ándate.
Vuelve
al Sur con tu paraguas,
vuelve
al Norte con tus dientes de culebra.
Aquí vive un poeta.
La tristeza no puede
entrar por estas puertas.
Por las ventanas
entra el aire del mundo,
las rojas rosas nuevas,
las banderas bordadas
del pueblo y sus victorias.
No puedes.
Aquí no entras.
Sacude
tus alas de murciélago,
yo pisaré las plumas
que caen de tu manto,
yo barreré los trozos
de tu cadáver hacia
las cuatro puntas del viento,
yo te torceré el cuello,
te coseré los ojos,
cortaré tu mortaja
y enterraré tus huesos roedores
bajo la primavera de un manzano.

Pablo Neruda
Miguel Ríos

sábado, noviembre 11, 2006

Amo el amor de los marineros




Para que nada nos amarre
que no nos una nada.

Ni la palabra que aromó tu boca,
ni lo que no dijeron las palabras.

Ni la fiesta de amor que no tuvimos,
ni tus sollozos junto a la ventana.

(Amo el amor de los marineros
que besan y se van.

Dejan una promesa.
No vuelven nunca más.

En cada puerto una mujer espera:
los marineros besan y se van.

Una noche se acuestan con la muerte
en el lecho del mar.)

Desde el fondo de ti, y arrodillado
un niño triste, como yo, nos mira.

Por esa vida que arderá en sus venas
tedrían que amarrarse nuestras vidas.

Por esas manos, hijas de tus manos,
tendrían que matar las manos mías.

Por sus ojos abiertos en la tierra
veré en los tuyos lágrimas un día.

(Amo el amor de los marineros
que besan y se van.

Amor que puede ser eterno,
y puede ser fugaz.

En cada puerto una mujer espera:
los marineros besan y se van.

Una noche se acuestan con la muerte
en el lecho del mar.)

Pablo Neruda

Joaquín Sabina

El monte y el río


En mi patria hay un monte.
En mi patria hay un río.

Ven conmigo.

La noche al monte sube.
El hambre baja al río.

Ven conmigo.

Quiénes son los que sufren?
No sé, pero son míos.

Ven conmigo.

No sé, pero me llaman
y me dicen «Sufrimos».

Ven conmigo.

Y me dicen: «Tu pueblo,
tu pueblo desdichado,
entre el monte y el río,

con hambre y con dolores,
no quiere luchar solo,
te está esperando, amigo».

Oh tú, la que yo amo,
pequeña, grano rojo
de trigo,

será dura la lucha,
la vida será dura,
pero vendrás conmigo.

Pablo Neruda

Jorge Drexler

Pablo Neruda

Rosa León

viernes, noviembre 10, 2006

Me he quedado sin pulso y sin aliento


Me he quedado sin pulso y sin aliento
separado de ti. Cuando respiro,
el aire se me vuelve en un suspiro
y en polvo el corazón de desaliento.

No es que sienta tu ausencia el sentimiento.
Es que la siente el cuerpo. No te miro.
No te puedo tocar por más que estiro
los brazos como un ciego contra el viento.

Todo estaba detrás de tu figura.
Ausente tú, detrás todo de nada,
borroso yermo en el que desespero.

Ya no tiene paisaje mi amargura.
Prendida de tu ausencia mi mirada,
contra todo me doy, ciego me hiero.

Ángel González

Pedro Guerra

Ángel González

jueves, noviembre 09, 2006

Volver no es volver atrás


Volver no es volver atrás.
Lo que yo quiero de España
no es su recuerdo lejano:
yo no siento su nostalgia.

Lo que yo quiero es sentirla,
su tierra, bajo mi planta;
su luz, arder en mis ojos
quemándome la mirada;

y su aire que se me entre
hasta los huesos del alma.
Volver no es volver atrás.
Yo no siento la añoranza,

que lo que pasó no vuelve,
y si vuelve es un fantasma.
Lo que yo quiero es volver
sin volverme atrás de nada.

Yo quiero ver y tocar
con mis sentidos España,
sintiéndola como un sueño
de vida, resucitada.

Quiero verla muy de cerca,
cuerpo a cuerpo, cara a cara,
reconocerla tocando
la cicatriz de sus llagas.

Que yo tengo el alma muerta,
sin enterrar, desterrada,
quiero volver a la tierra
para poder enterrarla.

Y cuando la tierra suya
la guarde como sembrada,
quiero volver a esperar
que vuelva a ser esperanza.

Volver no es volver atrás:
yo no vuelvo atrás de nada.

José Bergamín

Pedro Faura

martes, noviembre 07, 2006

Nos haces una falta sin fondo


Miguel:
                            Y caminamos.
                            Aunque se hizo el silencio
y no viniste, seguimos caminando.
                            Atruena la ciudad.
Los verduleros –sus voces tan hirientes
ya no hieren- bajo tu ventanal
suavizan a desgarros la mañana.
                            Atruena la ciudad
y en su silencio, tu nombre lo ha evocado
un joven escritor
                  de menos de mil años
al preguntar por dónde te has marchado.
El resto,
los señores de alegres corbatines
se agobian de queridas y de acciones
                       y tú te quedas
solo.
                            Mamá
quiere besarte sobre el rostro
-se lo hemos permitido-
y con su beso de lágrimas,
de atroces tiempos y recuerdos,
te has marchado de casa
apenas comenzaba a atardecer.
                            Ella
te llora en los rincones
y la ciudad,
que apesta a soledades y decoros,
no puede olvidar
tus voces acusando,
                       amando,
señalando injustas manos rotas
de jóvenes airados
con potencia de águila paloma en las palabras.

                            Miguel:
mamá te vuelve a descubrir cada mañana
y mira tus camisas,
                       tus viejos pantalones,
tu boina de domingo,
tus zapatos de campo y de paseo
y te gesta de nuevo,
esta vez a lágrimas y llanto.
                            Mi hija
-Ana pequeña ahijada tuya-
me pregunta cuándo vas a nacer
de nuevo,
para volver aquí, a nuestro lado.
                            Y todo el gesto duro
de la vida,
se vuelca en mi costado
dañándome la ausencia
con que nos has dejado.

José Antonio Labordeta

Voz de Ana Labordeta, música Francisco Aguarod

Ella




La oigo trajinar en la cocina.
Canta - cuando su mano tomo
cantamos todos - una vieja canción
casi olvidada.

              Hace ya tiempo
que su voz me suena a cotidiano,
como el agua, la guerra,
y las calizas grises de mi tierra.

Suena a viento y a espuma
y me repite las gracias primitivas
de mi hija - hace poco nació
y ya camina -. Hablamos de la paz,
del diario quehacer - día a día
cumplimos la jornada - y vemos,
en silencio, derrumbarse la tarde
en la ventana.

              En la mesa camilla
- humeante la sopa - escuchamos
el parte de noticias:
Siempre hay alguien que ha muerto
- un ser es importante -
entre balas y golpes y lágrimas
que nada podrán contra la ausencia.

Se apagan las ventanas. Los vientos
se detienen. Alguien pasa al fondo de la calle
camino de su casa. Duerme mi hija
- la eternidad se hizo para ella -
con las manos abiertas, en franca confianza.

Hablamos en susurro - mientras hace labor -
de cosas conocidas, como el tiempo,
la paz y estas tierras, carmín, que nos cobijan
- Teruel tiene la sangre a flor de arena -.

Al descender la luz se hace el silencio
y fuera queda el mundo al descubierto.

José Antonio Labordeta

José Antonio Labordeta, música Francisco Aguarod. (Eliminado por reclamación de los derechos de autor)

domingo, noviembre 05, 2006

Los heraldos negros




Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… Yo no sé!

Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema

Y el hombre… Pobre… ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!

César Vallejo

Francisco Valladares

Cuarteto irremediable


               -CUANDO TÚ ME LEAS DENTRO DE MIL AÑOS
crujía loco de mi vida y de los agujeros
                         del pantalón mojado (yo)

tú dirás: ha pasado un segundo en mi reloj de nadie
y el ese hombre estaba ahí con su corbata diferente
con sus pelos difíciles con sus cielos inmensos de mendigo
en un ojo polvoriento para nada

habránse devorado estrellas y muchachas implacables
y en la crueldad de tu alcoba fornicante
huirán en mil centellas de luz y de elegía
los últimos lamentos las últimas plegarias
las últimas blasfemias de mi olvido iracundo
vivido para nunca
no sé

               -CUANDO TÚ ME LEAS
cuando tú te tomes el pulso de los siglos
en las tumbas de los tigres amorosos
y oleajes de ancianas infinitas
lluevan por las noches iluminadas de capricornio
sobre dormitorios de pequeños poetas moribundos
acuérdate del mar y de la invisible mujer entre cenizas
mesándose los crímenes del corazón tardío para qué
y sin embargo en lo que el macho aúlla eternidad fatal
los planetas quemantes los sortilegios ignominiosos
oh jardín desconsolado y ebrio
de este hombre remoto de esta luna peluda
de este impenetrable infierno de alegría!

amor si yo te arranco el alma acuérdate tú
               -CUANDO TÚ ME LEAS DENTRO DE MIL AÑOS

Miguel Labordeta

Elena Rubio, María Pérez Collados, Josean Souto, Gabriel Sopeña y Pablo Guerrero

Francisco Aguarod y Mariano Anós

Siempre solo


Siempre solo
con mis sueños
y mi carne.

Con mi cantar indeciso
entre labios
atravieso las calles
bajo la lluvia.

Miguel Labordeta

Pablo Guerrero y Gabriel Sopeña


viernes, noviembre 03, 2006

Tengo flores para ti


No sé que tienen las flores,
lindísima hayamesa,
que unas se secan muy pronto;
y hay otras que no se secan.

De blancas flores un ramo
ayer me diste en tu casa,
y hoy ya ves, niña mía,
te las encontré más blancas.

Flores tengo, flores traigo,
yo traigo flores para ti

Así como el alma en pena,
como el clavel amarillo,
beso tu mano y el alma
se pone color de lirio.

Así es el largo martirio
de este destierro penoso,
tu corazón cariñoso
resplandece como un lirio.

Flores tengo, flores traigo,
yo traigo flores para ti.

José Martí

Vicente Soto

Ustedes y nosotros


Ustedes cuando aman
exigen bienestar,
una cama de cedro
y un colchón especial.

Nosotros cuando amamos
es fácil de arreglar.
Con sábanas qué bueno,
sin sábanas da igual.

Ustedes cuando aman
calculan interés
y cuando se desaman
calculan otra vez.

Nosotros cuando amamos
es como renacer,
y si nos desamamos
no la pasamos bien.

Ustedes cuando aman
son de otra magnitud.
Hay fotos, chismes, prensa,
y el amor es un boom.

Nosotros cuando amamos
es un amor común,
tan simple y tan sabroso
como tener salud.

Ustedes cuando aman
consultan el reloj,
porque el tiempo que pierden
vale medio millón.

Nosotros cuando amamos
sin prisa y con fervor,
gozamos y nos sale
barata la función.

Ustedes cuando aman
al analista van,
él es quien dictamina
si lo hacen bien o mal.

Nosotros cuando amamos
sin tanta cortedad,
el subconsciente listo
se pone a cachondear.

Ustedes cuando aman
exigen bienestar,
una cama de cedro
y un colchón especial.

Nosotros cuando amamos
es fácil de arreglar.
Con sábanas qué bueno,
sin sábanas da igual.

Mario Benedetti

Nacha Guevara

Amor de tarde


Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cuatro
y acabo la planilla y pienso diez minutos
y estiro las piernas como todas las tardes
y hago así con los hombros para aflojar la espalda
y me doblo los dedos y les saco mentiras.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cinco
y soy una manija que calcula interés
o dos manos que saltan sobre cuarenta teclas
o un oído que escucha como ladra el teléfono
o un tipo que hace números y les saca verdades.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las seis.
Podrías acercarte de sorpresa
y decirme <<¿Qué tal?>> y quedaríamos
yo con la mancha roja de tus labios
tú con el tizne azul de mi carbónico.

Mario Benedetti

Enric Hernáez

jueves, noviembre 02, 2006

Te quiero





Tus manos son mi caricia,
mis acordes cotidianos;
te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia.

Si te quiero es porque sos
mi amor, mi cómplice, y todo.
Y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.

Tus ojos son mi conjuro
contra la mala jornada;
te quiero por tu mirada
que mira y siembra futuro.

Tu boca que es tuya y mía,
Tu boca no se equivoca;
te quiero porque tu boca
sabe gritar rebeldía.

Si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo.
Y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.

Y por tu rostro sincero.
Y tu paso vagabundo.
Y tu llanto por el mundo.
Porque sos pueblo te quiero.

Y porque amor no es aurora,
ni cándida moraleja,
y porque somos pareja
que sabe que no está sola.

Te quiero en mi paraíso;
es decir, que en mi país
la gente vive feliz
aunque no tenga permiso.

Si te quiero es porque sos
mi amor, mi cómplice y todo.
Y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.

                    Mario Benedetti


Los Sabandeños

Nacha Guevara. (Eliminado por reclamación de los derechos de autor)

Mario Benedetti

Celeste Carballo y Sandra Mihanovich


miércoles, noviembre 01, 2006

Adivinanzas


En los dientes, la mañana,
y la noche en el pellejo.
¿Quién será, quién no será?
— El negro.

Con ser hembra y no ser bella,
harás lo que ella te mande.
¿Quién será, quién no será?
— El hambre.

Esclava de los esclavos,
y con los dueños, tirana.
¿Quién será, quién no será?
— La caña.

Escándalo de una mano
que nunca ignora a la otra.
¿Quién será, quién no será?
— La limosna.

Un hombre que está llorando
con la risa que aprendió.
¿Quién será, quién no será?
— Yo.

Nicolás Guillén

Luis Pastor

Un español habla de su tierra


Las playas, parameras
al rubio sol durmiendo,
los oteros, las vegas
en paz, a solas, lejos;

los castillos, ermitas,
cortijos y conventos,
la vida con la historia,
tan dulces al recuerdo.

Ellos, los vencedores
caínes sempiternos,
de todo me arrancaron.
Me dejan el destierro.

Una mano divina
tu tierra alzó en mi cuerpo
y allí la voz dispuso
que hablase tu silencio.

Contigo solo estaba,
en ti sola creyendo;
pensar tu nombre ahora
envenena mis sueños.

Amargos son los días
de la vida, viviendo,
sólo una larga espera
a fuerza de recuerdos.

Un día, tú ya libre
de la mentira de ellos,
me buscarás. Entonces
¿qué ha de decir un muerto?

Luis Cernuda

Paco Ibáñez

domingo, octubre 22, 2006

Un hombre de treinta años pide la palabra


Ante la Asamblea de los hombres ilustres
bajo el sol de este otoño dorado
con paso quedo y en mis ojos de tigre la justicia
sencillamente sin alharacas con lumbre apasionada
presento mi denuncia.

Vengo a hablar en nombre de los que tienen treinta años
de los que desde la cumbre de su juventud perdida
contemplan los restos del humano naufragio y el desorden del mundo
y en nombre de sus traiciones muertas yo os acuso, oídlo bien, a todos.

A vosotros: Ancianos que os dormisteis en el vals indefinido del idiota progreso
con un tufo burgués adocenado y falso y comíais chuletas bien sabrosas
mientras bajo vuestros galanteos tontos aullaba ya la boa viscosa
de la lucha terrible y el hambre por las calles en llamas:
en nombre de mi generación yo os acuso.

A vosotros: hombres de la entreguerra
que pisoteasteis impotentes la sonrisa de un niño
que quería nacer de tanta ruina ya
que olvidasteis demasiado pronto el llanto de los soldados
que bailasteis demasiado bajo las farolas borrachas de las huelgas
el charlestón y el sintrabajo
y que os regocijaba hasta el espasmo híbrido
la velocidad la prostitución la gran juerga social o totalitaria o aun parlamentaria democracia
y qué sé yo cuántas cosas más en la media cabeza del fiero agente de negocios
sin adivinar que las ciudades ofrecerían blancos tan hermosos
tan concretos para que un obús perfecto de la supertécnica
aplastara aquellas ilusas panaceas
en un charco de sangre donde iban a flotar pisoteadas
vuestras violadas vírgenes entre billetes inútiles de Banco
y que en el reloj del escaso hombre
ya no quedaba sino una media hora de vida suficiente
para fumarse un cigarrillo y yacer bayoneteado
por las inmensas llanuras entre escombros de tanques:
en nombre de mi generación yo os acuso.

A vosotros: los poderosos energúmenos los grandes señores de la culpa
los que con vuestra codicia más enorme aún que el cielo de tal hipocresía
arramblasteis con la mejor rapiña en el río revuelto
y que no fuisteis para vuestros hermanos
sino hoscos verdugos con sonrisa de lobo
y una estela de odios encendidos dejasteis
para mil años que vinieran y más:
en nombre de mi generación yo os acuso.

A vosotros: los universitarios sabios de la Luna los artistas leprosos
que fuisteis presa
por cobardes nefastos insípidos
por permitir que el espíritu fuera apresado como una zorra vil
en la trampa de los grandes capitanes de papel:
en nombre de mi generación yo os acuso.

A vosotros: los violetos los idealistas de la muerte
los que sumisteis al mundo en un fragor de horrores
creyendo crear un nuevo sol con vuestra pobre bola de sebo:
en nombre de mi generación yo os acuso.

A vosotros: los anónimos peones del salario misérrimo
que os abandonasteis en el sopor brutal
del vinazo y la patata cocida
a los que os entregasteis al fútbol y a los semanarios de crímenes
para no pensar
a los estudiantes irresponsables que gritaban heridos sin saber por qué
a los pacifistas enclenques que cerraban sus anos ante la tomadura de pelo
a los espirituales estómagos que nos hablaron tanto del infierno
a los profetas de grandes paraísos de chatarra
a las mujeres sin vergüenza que no querían parir hombres
a los indiferentes que tan sólo soñaron con sus bolsillos miserables
a los que con la flor en el ojal jugaron al ensayo
a los complejos sexuales a la pederastia
a la morfinomanía a la aventura política de porrazos y tente-tieso
perdidos putrefactos podridos de civilización de asco y de cine barato
estuvisteis malditos estaréis corrompidos por los siglos de los siglos
fuisteis rebaño propicio
cuando llegó la gran merienda de los ultimatums
lo mismo que lo seríais si tal momento llegara de nuevo
como parece ser así:
en nombre de mi generación yo os acuso.

Pero fuimos aprendiendo vuestra lección paso a paso:
cuando teníamos quince años cuajó en noches de terror y de asombro inaudito
entendiendo que ser hombre era estar dispuesto a sacar de la cama a su hermano
y asesinarlo cobardemente al borde de un camino
cuando teníamos veinte años supimos que era lícito todo
hasta destruir millones de inocentes por el hambre y el fuego
cuando teníamos veinticinco años conocimos también
que el perdón es inútil y los sueños más nobles
se pierden en el tiempo como un soplo de humo
y ahora con nuestros treinta años hemos comprendido tantas cosas...
tantas cosas que nos duele duramente aquí dentro
y que si tuviéramos que confesarlas moriríamos
de vergüenza y de rabia.

¡Ah! y de nuevo las bombas acechan nuestras pobres carnes maduritas
para sacrificarnos junto a nuestros hermanos más jóvenes
a quienes damos la mano en la tiniebla que golpea las persianas
de los que están de pie con estatura de despiertos.

Por todo yo protesto. Yo os denuncio. Yo os acuso.
Cogeré mi mochila con mi cara de cura
si me dejáis con vida
y huiré a las sagradas colinas junto al mar inmensamente nuevo
a leer a mis poetas chinos preferidos
y que el mundo tiemble por vuestros pecados y se arrase
mañana por la mañana.

Miguel Labordeta

Trafulla Teatro

miércoles, septiembre 06, 2006

La canción desesperada


Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy.
El río anuda al mar su lamento obstinado.

Abandonado como los muelles en el alba.
Es la hora de partir, oh abandonado!

Sobre mi corazón llueven frías corolas.
Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos!

En ti se acumularon las guerras y los vuelos.
De ti alzaron las alas los pájaros del canto.

Todo te lo tragaste, como la lejanía.
Como el mar, como el tiempo. Todo en ti fue naufragio!

Era la alegre hora del asalto y el beso.
La hora del estupor que ardía como un faro.

Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego,
turbia embriaguez de amor, todo en ti fue naufragio!

En la infancia de niebla mi alma alada y herida.
Descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!

Te ceñiste al dolor, te agarraste al deseo.
Te tumbó la tristeza, todo en ti fue naufragio!

Hice retroceder la muralla de sombra,
anduve más allá del deseo y del acto.

Oh carne, carne mía, mujer que amé y perdí,
a ti en esta hora húmeda, evoco y hago canto.

Como un vaso albergaste la infinita ternura,
y el infinito olvido te trizó como a un vaso.

Era la negra, negra soledad de las islas,
y allí, mujer de amor, me acogieron tus brazos.

Era la sed y el hambre, y tú fuiste la fruta.
Era el duelo y las ruinas, y tú fuiste el milagro.

Ah mujer, no sé cómo pudiste contenerme
en la tierra de tu alma, y en la cruz de tus brazos!

Mi deseo de ti fue el más terrible y corto,
el más revuelto y ebrio, el más tirante y ávido.

Cementerio de besos, aún hay fuego en tus tumbas,
aún los racimos arden picoteados de pájaros.

Oh la boca mordida, oh los besados miembros,
oh los hambrientos dientes, oh los cuerpos trenzados.

Oh la cópula loca de esperanza y esfuerzo
en que nos anudamos y nos desesperamos.

Y la ternura, leve como el agua y la harina.
Y la palabra apenas comenzada en los labios.

Ese fue mi destino y en él viajó mi anhelo,
y en él cayó mi anhelo, todo en ti fue naufragio!

Oh, sentina de escombros, en ti todo caía,
qué dolor no exprimiste, qué olas no te ahogaron!

De tumbo en tumbo aún llameaste y cantaste.
De pie como un marino en la proa de un barco.

Aún floreciste en cantos, aún rompiste en corrientes.
Oh sentina de escombros, pozo abierto y amargo.

Pálido buzo ciego, desventurado hondero,
descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!

Es la hora de partir, la dura y fría hora
que la noche sujeta a todo horario.

El cinturón ruidoso del mar ciñe la costa.
Surgen frías estrellas, emigran negros pájaros.

Abandonado como los muelles en el alba.
Sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos.

Ah más allá de todo. Ah más allá de todo.
Es la hora de partir. Oh abandonado!

Pablo Neruda

Paco Ibáñez, Cuarteto Cedrón

Pablo Neruda

Poema VII: Inclinado en las tardes tiro mis tristes redes


Inclinado en las tardes tiro mis tristes redes
a tus ojos oceánicos.

Allí se estira y arde en la más alta hoguera
mi soledad que da vueltas los brazos como un
náufrago.

Hago rojas señales sobre tus ojos ausentes
que olean como el mar a la orilla de un faro.

Solo guardas tinieblas, hembra distante y mía,
de tu mirada emerge a veces la costa del espanto.

Inclinado en las tardes echo mis tristes redes
a ese mar que sacude tus ojos oceánicos.

Los pájaros nocturnos picotean las primeras estrellas
que centellean como mi alma cuando te amo.

Galopa la noche en su yegua sombría
desparramando espigas azules sobre el campo.

Pablo Neruda

Paco Ibáñez, Cuarteto Cedrón

lunes, septiembre 04, 2006

Me peina el viento los cabellos


Me peina el viento los cabellos
como una mano maternal,
abro la puerta del recuerdo
y el pensamiento se me va.

Son otras voces las que llevo,
es de otros labios mi cantar,
¡hasta mi gruta de recuerdos
tiene una extraña claridad!

Frutos de tierras extranjeras,
olas azules de otro mar,
amores de otros hombres, penas
que no me atrevo a recordar.

¡Y el viento que me peina
como una mano maternal!
Mi verdad se pierde en la noche
¡no tengo noche ni verdad!

Tendido en medio del camino
deben pisarme para andar.
Pasan por mi sus corazones
ebrios de vino y de soñar.

Yo soy un puente inmóvil entre
tu corazón y la eternidad.
¡Si me muriera de repente
no dejaría de cantar!

Pablo Neruda

Esteban Valdivieso

Miguel Poveda

Horacio Guarany

El Chango Nieto

Los Sabandeños y Horacio Guarany

Poema XII: Para mi corazón basta tu pecho




Para mi corazón basta tu pecho,
para tu libertad bastan mis alas.
Desde mi boca llegará hasta el cielo
lo que estaba dormido sobre tu alma.

Es en ti la ilusión de cada día.
Llegas como el rocío a las corolas.
Socavas el horizonte con tu ausencia.
Eternamente en fuga como la ola.

He dicho que cantabas en el viento
como los pinos y como los mástiles.
Como ellos eres alta y taciturna.
Y entristeces de pronto, como un viaje.

Acogedora como un viejo camino.
Te pueblan ecos y voces nostálgicas.
Yo desperté y a veces emigran y huyen
pájaros que dormían en tu alma.

Pablo Neruda

Paco Ibáñez

Pablo Milanés

Poema VI: Te recuerdo como eras en el último otoño


Te recuerdo como eras en el último otoño.
Eras la boina gris y el corazón en calma.
En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo.
Y las hojas caían en el agua de tu alma.

Apegada a mis brazos como una enredadera,
las hojas recogían tu voz lenta y en calma.
Hoguera de estupor en que mi sed ardía.
Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma.

Siento viajar tus ojos y es distante el otoño:
boina gris, voz de pájaro y corazón de casa
hacia donde emigraban mis profundos anhelos
y caían mis besos alegres como brasas.

Cielo desde un navío. Campo desde los cerros.
Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma.
Más allá de tus ojos ardían los crepúsculos.
Hojas secas de otoño giraban en tu alma.

Pablo Neruda

Paco Ibáñez

Ángel Corpa

domingo, septiembre 03, 2006

Soneto XLIV: Sabrás que no te amo


Sabrás que no te amo y que te amo
puesto que de dos modos es la vida,
la palabra es un ala del silencio,
el fuego tiene una mitad de frío.

Yo te amo para comenzar a amarte,
para recomenzar el infinito
y para no dejar de amarte nunca:
por eso no te amo todavía.

Te amo y no te amo como si tuviera
en mis manos las llaves de la dicha
y un incierto destino desdichado.

Mi amor tiene dos vidas para amarte.
Por eso te amo cuando no te amo
y por eso te amo cuando te amo.

Pablo Neruda

La Oreja de Van Gogh

Imanol

Oda a la crítica


Yo escribí cinco versos:
uno verde,
otro era un pan redondo,
el tercero una casa levantándose,
el cuarto era un anillo,
el quinto verso era
corto como un relámpago
y al escribirlo
me dejó en la razón su quemadura.
Y bien, los hombres,
las mujeres,
vinieron y tomaron
la sencilla materia,
brizna, viento, fuego, barro, madera
y con tan poca cosa
construyeron
paredes, pisos, sueños,
en una línea de mi poesía
secaron ropa al viento.
y la hicieron embudos,
la enrollaron,
la sujetaron con cien alfileres,
la cubrieron con polvo de esqueleto,
la llenaron con tinta,
la escupieron con suave
benignidad de gatos,
la destinaron a envolver relojes,
la protegieron y la condenaron,
le arrimaron petróleo,
le dedicaron húmedos tratados,
la cocieron con leche,
le agregaron pequeñas piedrecitas,
fueron borrándole vocales,
fueron matándole
sílabas y suspiros,
la arrugaron e hicieron
un pequeño paquete
que destinaron cuidadosamente
a sus desvanes, a sus cementerios,
luegoComieron mis palabras,
las guardaron
junto a la cabecera,
vivieron con un verso,
con la luz que salió de mi costado.
Entonces, llegó un crítico mudo
y otro lleno de lenguas,
y otros, otros llegaron
ciegos o llenos de ojos,
elegantes algunos
como claveles con zapatos rojos,
otros estrictamente
vestidos de cadáveres,
algunos partidarios
del rey y su elevada monarquía,
otros se habían
enredado en la frente
de Marx y pataleaban en su barba,
otros eran ingleses,
sencillamente ingleses
y entre todos se lanzaron
con dientes y cuchillos,
con diccionarios y otras armas negras,
con citas respetables,
se lanzaron
a disputar mi pobre poesía
a las sencillas gentes
que la amaban:
y la hicieron embudos,
la enrollaron,
la sujetaron con cien alfileres,
la cubrieron con polvo de esqueleto,
la llenaron con tinta,
la escupieron con suave
benignidad de gatos,
la destinaron a envolver relojes,
la protegieron y la condenaron,
le arrimaron petróleo,
le dedicaron húmedos tratados,
la cocieron con leche,
le agregaron pequeñas piedrecitas,
fueron borrándole vocales,
fueron matándole
sílabas y suspiros,
la arrugaron e hicieron
un pequeño paquete
que destinaron cuidadosamente
a sus desvanes, a sus cementerios,
luego
se retiraron uno a uno
enfurecidos hasta la locura
Porque no fui bastante
popular para ellos
o impregnados de
dulce menosprecio
por mi ordinaria falta de tinieblas,
se retiraron
todos
y entonces,
otra vez,
junto a mi poesía
volvieron a vivir
mujeres y hombres,
de nuevo
hicieron fuego,
construyeron casa,
comieron pan,
se repartieron la luz
y en el amor unieron
relámpago y anillo.
Y ahora,
perdonadme, señores,
que interrumpa este cuento
que les estoy contando
y me vaya a vivir
para siempre
con la gente sencilla.

Pablo Neruda

Joaquín Sabina

Pido silencio


Ahora me dejen tranquilo.
Ahora se acostumbren sin mí.

Yo voy a cerrar los ojos.

Y sólo quiero cinco cosas,
cinco raíces preferidas.

Una es el amor sin fin.

Lo segundo es ver el otoño.
No puedo ser sin que las hojas
vuelen y vuelvan a la tierra.

Lo tercero es el grave invierno,
la lluvia que amé, la caricia
del fuego en el frío silvestre.

En cuarto lugar el verano
redondo como una sandía.

La quinta cosa son tus ojos,
Matilde mía, bienamada,
no quiero dormir sin tus ojos,
no quiero ser sin que me mires:
yo cambio la primavera
por que tú me sigas mirando.

Amigos, eso es cuanto quiero.
Es casi nada y casi todo.

Ahora si quieren se vayan.

He vivido tanto que un día
tendrán que olvidarme por fuerza,
borrándome de la pizarra:
mi corazón fue interminable.

Pero porque pido silencio
no crean que voy a morirme:
me pasa todo lo contrario:
sucede que voy a vivirme.

Sucede que soy y que sigo.

No será, pues, sino que adentro
de mí crecerán cereales,
primero los granos que rompen
la tierra para ver la luz,
pero la madre tierra es oscura:
y dentro de mí soy oscuro:
soy como un pozo en cuyas aguas
la noche deja sus estrellas
y sigue sola por el campo.

Se trata de que tanto he vivido
que quiero vivir otro tanto.

Nunca me sentí tan sonoro,
nunca he tenido tantos besos.

Ahora, como siempre, es temprano.
Vuela la luz con sus abejas.

Déjenme solo con el día.
Pido permiso para nacer.

Pablo Neruda

Pablo Neruda

sábado, septiembre 02, 2006

Tu risa


Quítame el pan si quieres,
quítame el aire, pero
no me quites tu risa.

No me quites la rosa,
la lanza que desgranas,
el agua que de pronto
estalla en tu alegría,
la repentina ola
de planta que te nace.

Mi lucha es dura y vuelvo
con los ojos cansados
a veces de haber visto
la tierra que no cambia,
pero al entrar tu risa
sube al cielo buscándome
y abre para mí
todas las puertas de la vida.

Amor mío, en la hora
más oscura desgrana
tu risa, y si de pronto
ves que mi sangre mancha
las piedras de la calle,
ríe, porque tu risa
será para mis manos
como una espada fresca.

Junto al mar en otoño,
tu risa debe alzar
su cascada de espuma,
y en primavera, amor,
quiero tu risa como
la flor que yo esperaba,
la flor azul, la rosa
de mi patria sonora.

Ríete de la noche,
del día, de la luna,
ríete de las calles
torcidas de la isla,
ríete de este torpe
muchacho que te quiere,
pero cuando yo abro
los ojos y los cierro,
cuando mis pasos van,
cuando vuelven mis pasos,
niégame el pan, el aire,
la luz, la primavera,
pero tu risa nunca
porque me moriría.

Pablo Neruda

Olga Manzano y Manuel Picón

Pablo Neruda

Poema XV: Me gustas cuando callas porque estás como ausente




Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa basta.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

Pablo Neruda

Víctor Jara

Alejandro Sanz

Paco Ibáñez

Adriana Varela

Ángel Parra

Mercedes Sosa

Ángel Corpa

Que no, que nunca, nunca


Que no maten los malos
a los buenos,
ni tampoco los buenos
a los malos.

Soy un poeta sin ningún
precepto, pero digo
sin lástima y sin pena :
no hay asesino bueno
en mi concepto.
Sólo el que mata
es la categoría que
dejo fuera de mi
sentimiento.

No llevemos al pueblo
a la agonía,
condenado a la sangre
y al lamento.
Y contra eso está mi poesía,
que va por todas partes,
como el viento.

Pablo Neruda

Imanol y Joaquín Sabina

Ismael Serrano y Pablo Guerrero

Poema XX: Puedo escribir los versos más tristes esta noche




Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos."

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oir la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el ultimo dolor que ella me causa,
y estos sean los últimos versos que yo le escribo.

Pablo Neruda

Paco Ibáñez

Alex Ubago

Pablo Neruda

Gian Franco Pagliano

Joan Manuel Serrat

Imanol

Alberto Cortez

Anabantha

Ángel Parra

Chavela Vargas

Ángel Corpa




jueves, agosto 31, 2006

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Delirio del incrédulo



Bajo la flor, la rama
sobre la flor, la estrella
bajo la estrella, el viento;
¿Y más allá?
Más allá ¿no recuerdas?, sólo la nada
la nada, óyelo bien, mi alma,
duérmete, aduérmete en la nada.
Si pudiera, pero hundirme.

Bajo la flor, la rama...

Ceniza de aquel fuego, oquedad, agua espesa
y amarga, el llanto hecho sudor
la sangre que en su huida se lleva la palabra
y la carga vacía de un corazón sin marcha.

Bajo la flor, la rama...

De verdad ¿es que no hay nada?
Hay la nada.
La nada, óyelo bien, mi alma.
duérmete, aduérmete en la nada.
Y que no lo recuerdes. Era tu gloria.

Bajo la flor, la rama...

Más allá del recuerdo, en el olvido,
escucha en el soplo de tu aliento.
Mira en tu pupila misma dentro
en ese fuego que te abrasa, luz y agua.

Bajo la flor, la rama...

Mas no puedo, no puedo.
Ojos y oídos son ventanas.
Perdido entre mí mismo
no puedo buscar nada
no llego hasta la Nada.

Bajo la flor, la rama
sobre la flor, la estrella
bajo la estrella, el viento
¿Y más allá?
Más allá ¿no recuerdas?,
sólo la nada.

María Zambrano

Amancio Prada

Miedo


Yo no quiero que a mi niña
golondrina me la vuelvan;
se hunde volando en el cielo
y no baja hasta mi estera;
en el alero hace el nido
y mis manos no la peinan.
Yo no quiero que a mi niña
golondrina me la vuelvan.

Yo no quiero que a mi niña
la vayan a hacer princesa.
Con zapatitos de oro
¿cómo juega en las praderas?
Y cuando llegue la noche
a mi lado no se acuesta...
Yo no quiero que a mi niña
la vayan a hacer princesa.

Y menos quiero que un día
me la vayan a hacer reina.
La pondrían en un trono
a donde mis pies no llegan.
Cuando viniese la noche
yo no podría mecerla...

Yo no quiero que a mi niña
me la vayan a hacer reina!

Gabriela Mistral

Rosa León

Canción del que no quería mentir


Hemos de procurar no mentir mucho.
Sé que a veces mentimos para no hacer un muerto,
para no hacer un hijo o evitar una guerra.

De pequeña mentía con mentiras de azúcar,
decía a las amigas: "Tengo cuarto de baño"
—mi casa era pobre con el retrete fuera—.
"Mi padre es ingeniero" y era sólo fumista,
¡pero yo le veía ingeniero ingenioso!

Me costó la costumbre de arrancar la mentira,
me tejí un vestido de verdad que me cubre,
a veces voy desnuda.

Desde entonces me quedo sin hablar muchos días.

Gloria Fuertes

Aguaviva

Al oído



Si quieres besarme ... besa,
-yo comparto tus antojos-.
Mas no hagas mi boca presa,
bésame quedo en los ojos.

No me hables de los hechizos
de tus besos en el cuello.
Están celosos mis rizos,
acaríciame el cabello.

Para tu mimo oportuno,
si tus ojos son palabras,
me darán, uno por uno,
los pensamientos que labras.

Si quieres besarme ... besa,
-yo comparto tus antojos-.
Mas no hagas mi boca presa,
bésame quedo en los ojos.

Pon tu mano entre las mías,
temblarán como un canario
y oiremos las sinfonías
de algún amor milenario.

Tiene un matiz de alabastro
y un misterio de pagoda.
¡Mira la luz de aquel astro!
¡La tengo en el alma toda!

Si quieres besarme ... besa,
-yo comparto tus antojos-.
Mas no hagas mi boca presa,
bésame quedo en los ojos.

¡Oh! ¡qué perfume tan fino!
¡No beses mis labios rojos!
En la noche de platino,
bésame quedo en los ojos.

Alfonsina Storni

Imanol y Amaya Uranga


De ti


De ti,
¿qué será de ti?

Cuando te quedes sin mí,
¿qué luz te llevará a ti,
qué sombra a mí?

Dolor de sienes, de ojos,
dolor de corazón y de huesos,
de sangre y alma...

Cuando te quedes sin mí.

¿Qué será de ti?
Cuando te quedes sin mí.

Rafael Alberti

Rosa León

Amor más poderoso que la vida


La misma calidad que el sol de tu país,
saliendo entre las nubes:
alegre y delicado matiz en unas hojas,
fulgor de un cristal, modulación
del apagado brillo de la lluvia.

La misma calidad que tu ciudad,
tu ciudad de cristal innumerable
idéntica y distinta, cambiada por el tiempo:
calles que desconozco y plaza antigua
de pájaros poblada,
la plaza en que una noche nos besamos.

La misma calidad que tu expresión,
al cabo de los años,
esta noche al mirarme:
la misma calidad que tu expresión
y la expresión herida de tus labios.

Amor que tiene calidad de vida,
amor sin exigencias de futuro,
presente del pasado,
amor más poderoso que la vida:
perdido y encontrado.
Encontrado, perdido...

Jaime Gil de Biedma

Luis Delgado

Eros con bastón. Serenata


Por las orillas del río
se está la noche mojando
y en los pechos de Lolita
se mueren de amor los ramos.

Se mueren de amor los ramos.

La noche canta desnuda
sobre los puentes de marzo.
Lolita lava su cuerpo
con agua salobre y nardos.

Se mueren de amor los ramos.

La noche de anís y plata
relumbra por los tejados.
Plata de arroyos y espejos.
Anís de tus muslos blancos.

Se mueren de amor los ramos.

Federico García Lorca

Eliseo Parra

Rafael Alberti

Fe mía


No me fío de la rosa
de papel,
tantas veces que la hice
yo con mis manos.
Ni me fío de la otra
rosa verdadera,
hija del sol y sazón,
la prometida del viento.
De ti que nunca te hice,
de ti que nunca te hicieron,
de ti me fío, redondo
seguro azar.

Pedro Salinas

Mª Dolores Pradera

Pedro Salinas

miércoles, agosto 30, 2006

Ciudad sin sueño






No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Las criaturas de la luna huelen y rondan sus cabañas.
Vendrán las iguanas vivas a morder a los hombres que no sueñan
y el que huye con el corazón roto encontrará por las esquinas
al increíble cocodrilo quieto bajo la tierna protesta de los astros.

No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Hay un muerto en el cementerio más lejano
que se queja tres años
porque tiene un paisaje seco en la rodilla;
y el niño que enterraron esta mañana lloraba tanto
que hubo necesidad de llamar a los perros para que callase.

No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
Nos caemos por las escaleras para comer la tierra húmeda
o subimos al filo de la nieve con el coro de las dalias muertas.
Pero no hay olvido, ni sueño:
carne viva. Los besos atan las bocas
en una maraña de venas recientes
y al que le duele su dolor le dolerá sin descanso
y al que teme la muerte la llevará sobre sus hombros.

Un día
los caballos vivirán en las tabernas
y las hormigas furiosas
atacarán los cielos amarillos que se refugian en los ojos de las vacas.

Otro día
veremos la resurrección de las mariposas disecadas
y aún andando por un paisaje de esponjas grises y barcos mudos
veremos brillar nuestro anillo y manar rosas de nuestra lengua.
¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
A los que guardan todavía huellas de zarpa y aguacero,
a aquel muchacho que llora porque no sabe la invención del puente
o a aquel muerto que ya no tiene más que la cabeza y un zapato,
hay que llevarlos al muro donde iguanas y sierpes esperan,
donde espera la dentadura del oso,
donde espera la mano momificada del niño
y la piel del camello se eriza con un violento escalofrío azul.

No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Pero si alguien cierra los ojos,
¡azotadlo, hijos míos, azotadlo!
Haya un panorama de ojos abiertos
y amargas llagas encendidas.
No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.

Ya lo he dicho.
No duerme nadie.
Pero si alguien tiene por la noche exceso de musgo en las sienes,
abrid los escotillones para que vea bajo la luna
las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros.

Federico García Lorca

martes, agosto 29, 2006

No te pude ver


No te pude ver
cuando eras soltera,
mas de casada
te encontraré.

Te desnudaré,
casada y romera,
cuando en lo oscuro
las doce den.

Federico García Lorca

Paco Ibáñez

Enrique Morente