He dormido en el andén del metro,
—por miedo al despellejo de metralla—,
he dormido en el borde de la playa
y en el borde del borde del tintero.
He dormido descalza y sin sombrero
sin muñeca ni sábana de arriba
me he dormido sentada en una silla
—y amanecí en el suelo—.
Y la noche después de los desahucios
y los días después del aguacero,
dormía entre estropajos y asperones
en la tienda del tío chatarrero.
Crecí, me puse larga regordeta,
me desvelé, pero seguí durmiendo,
llegué a mocita dicen que a poeta,
y terminé durmiéndole al sereno.
Y a pesar de estos golpes de fortuna
ya veréis por qué tengo buen talante;
he dormido a las penas una a una,
y he dormido en el pecho de mi amante.
Gloria Fuertes
Silvia Comes