jueves, abril 25, 2024

¡Ay!



El grito deja en el viento
una sombra de ciprés.

(Dejadme en este campo,
llorando.)

Todo se ha roto en el mundo.
No queda más que el silencio.

(Dejadme en este campo,
llorando.)

El horizonte sin luz
está mordido de hogueras.

(Ya os he dicho que me dejéis
en este campo,
llorando.)

Federico García Lorca




Grito hacia Roma




(Desde la torre del Chrysler Building)

Manzanas levemente heridas
por finos espadines de plata,
nubes rasgadas por una mano de coral
que lleva en el dorso una almendra de fuego,
peces de arsénico como tiburones,
tiburones como gotas de llanto para cegar una multitud,
rosas que hieren
y agujas instaladas en los caños de la sangre,
mundos enemigos y amores cubiertos de gusanos
caerán sobre ti. Caerán sobre la gran cúpula
que untan de aceite las lenguas militares
donde un hombre se orina en una deslumbrante paloma
y escupe carbón machacado
rodeado de miles de campanillas.

Porque ya no hay quien reparta el pan ni el vino,
ni quien cultive hierbas en la boca del muerto,
ni quien abra los linos del reposo,
ni quien llore por las heridas de los elefantes.
No hay más que un millón de herreros
forjando cadenas para los niños que han de venir.
No hay más que un millón de carpinteros
que hacen ataúdes sin cruz.
No hay más que un gentío de lamentos
que se abren las ropas en espera de la bala.
El hombre que desprecia la paloma debía hablar,
debía gritar desnudo entre las columnas,
y ponerse una inyección para adquirir la lepra
y llorar un llanto tan terrible
que disolviera sus anillos y sus teléfonos de diamante.
Pero el hombre vestido de blanco
ignora el misterio de la espiga,
ignora el gemido de la parturienta,
ignora que Cristo puede dar agua todavía,
ignora que la moneda quema el beso de prodigio
y da la sangre del cordero al pico idiota del faisán.

Los maestros enseñan a los niños
una luz maravillosa que viene del monte;
pero lo que llega es una reunión de cloacas
donde gritan las oscuras ninfas del cólera.
Los maestros señalan con devoción las enormes cúpulas sahumadas;
pero debajo de las estatuas no hay amor,
no hay amor bajo los ojos de cristal definitivo.
El amor está en las carnes desgarradas por la sed,
en la choza diminuta que lucha con la inundación;
el amor está en los fosos donde luchan las sierpes del hambre,
en el triste mar que mece los cadáveres de las gaviotas
y en el oscurísimo beso punzante debajo de las almohadas.
Pero el viejo de las manos traslúcidas
dirá: Amor, amor, amor,
aclamado por millones de moribundos;
dirá: amor, amor, amor,
entre el tisú estremecido de ternura;
dirá: paz, paz, paz,
entre el tirite de cuchillos y melones de dinamita;
dirá: amor, amor, amor,
hasta que se le pongan de plata los labios.

Mientras tanto, mientras tanto ¡ay!, mientras tanto,
los negros que sacan las escupideras,
los muchachos que tiemblan bajo el terror pálido de los directores,
las mujeres ahogadas en aceites minerales,
la muchedumbre de martillo, de violín o de nube,
ha de gritar aunque le estrellen los sesos en el muro,
ha de gritar frente a las cúpulas,
ha de gritar loca de fuego,
ha de gritar loca de nieve,
ha de gritar con la cabeza llena de excremento,
ha de gritar como todas las noches juntas,
ha de gritar con voz tan desgarrada
hasta que las ciudades tiemblen como niñas
y rompan las prisiones del aceite y la música,
porque queremos el pan nuestro de cada día,
flor de aliso y perenne ternura desgranada,
porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra
que da sus frutos para todos.

Federico García Lorca


    Miguel Poveda






Poema en libro, obsequio del Gobierno de España a los miembros de la Unión Europea

viernes, abril 12, 2024

Hay un niño en la calle



A esta hora exactamente,
hay un niño en la calle.
¡Hay un niño en la calle!

Es honra de los hombres proteger lo que crece,
cuidar que no haya infancia dispersa por las calles,
evitar que naufrague su corazón de barco,
su increíble aventura de pan y chocolate,
poniéndole una estrella en el sitio del hambre,
de otro modo es inútil, de otro modo es absurdo
ensayar en la tierra la alegría y el canto,
porque de nada vale si hay un niño en la calle.

"Todo lo tóxico de mi país a mí me entra por la nariz
Lavo autos, limpio zapatos, huelo pega y también huelo paco
Robo billeteras pero soy buena gente, soy una sonrisa sin dientes
Lluvia sin techo, uña con tierra, soy lo que sobró de la guerra
Un estómago vacío, soy un golpe en la rodilla que se cura con el frío
El mejor guía turístico del arrabal, por tres pesos te paseo por la capital
No necesito visa para volar por el redondel porque yo juego con aviones de papel
Arroz con piedra, fango con vino, y lo que me falta me lo imagino."

No debe andar el mundo con el amor descalzo
enarbolando un diario como un ala en la mano
trepándose a los trenes, canjeándonos la risa,
golpeándonos el pecho con un ala cansada,
no debe andar la vida, recién nacida, a precio,
la niñez arriesgada a una estrecha ganancia,
porque entonces las manos son inútiles fardos
y el corazón, apenas, una mala palabra.

"Cuando cae la noche duermo despierto, un ojo cerrado y el otro abierto
Por si los tigres me escupen un balazo mi vida es como un circo
Pero sin payaso
Voy caminando por la zanja haciendo malabares con 5 naranjas
Pidiendo plata a todos los que pueda en una bicicleta de una sola rueda
Soy oxígeno para este continente, soy lo que descuidó el presidente
No te asustes si tengo mal aliento, si me ves sin camisa con las tetillas al viento
Yo soy un elemento más del paisaje, los residuos de la calle son mi camuflaje
Como algo que existe que parece de mentira, algo sin vida pero que respira."

Pobre del que ha olvidado que hay un niño en la calle,
que hay millones de niños que viven en la calle
y multitud de niños que crecen en la calle,
yo los veo apretando su corazón pequeño,
mirándonos a todas con fábula en los ojos,
un relámpago trunco les cruza la mirada,
porque nadie protege esa vida que crece
y el amor se ha perdido, como un niño en la calle.

Oye a esta hora exactamente hay un niño en la calle.
Hay un niño en la calle.

Armando Tejada Gómez
René Pérez (Residente), las dos estrofas entrecomilladas


    Mercedes Sosa

    Mercedes Sosa & El Cigala

    Daniel Toro

    Horacio Guarany

Mercedes Sosa

Mercedes Sosa & El Cigala

Daniel Toro

Horacio Guarany


Ver el poema original completo

domingo, abril 07, 2024

Algo ocultas



Algo ocultas muy adentro, algo
que has ido creando con el tiempo
y enmascarando con las sombras.

Lo tienes escondido tan al fondo
que ni siquiera tú lo vislumbras
entre la maraña de simulaciones.

Es una semilla casi inexistente
que pugna en el seno de la nada;
un deseo, quizá, que te atraviesa

de arriba abajo y que aún no tiene
objeto ni entidad; un sentimiento
sin motivo aparente, despreciado

por su escasa magnitud, que teje
poco a poco una red de vínculos
secretos; o una idea imprecisa

forjada lentamente en la tiniebla,
donde a veces irrumpe un ínfimo
fulgor. Mientras tanto, fructifica

dentro de ti la herida que supura
la presencia de algo inconcebible
bajo la sospecha de lo inesperado,

que busca en el latido de la sangre
y en la complicidad de las palabras
la inexplicable forma del poema.

Alejandro Valero


domingo, marzo 31, 2024

Palestina: 1950 - 1967



Nuestro ojo se detiene en una tierra seca.
El sol golpea con violencia.
El plano de visión se va abriendo poco a poco. Una madre llora en la arena.
La muerte de un hijo. Se sigue abriendo el plano. Nuestra pupila enfoca desde el aire. Se detiene.
Un campamento. Refugiados. Tierra devastada. Ocupación.
Es Palestina. Es 16 de Diciembre. Es 1950. Allí nace un niño. Ese niño es mi padre.
Nacer en Palestina significa
tener la mirada llena de alambradas, no poseer más tierra que la de tus zapatos.
La ocupación convirtió la infancia de mi padre
en una palabra tachada,
en un brusco trayecto hacia la adolescencia.
Corría su niñez en pantalón corto
perseguida por la imagen borrosa de los amigos perdidos,
de otros niños arrancados de la vida a cañonazos.

Dice, dice que su infancia fue feliz, con sus dos bolsillos llenos
de palomas muertas hasta los bordes.
Allí vio a la fatalidad, como un habitante más,
cruzando por la calle,
cruzando la alambrada,
cruzando hasta su vida,
la desesperanza empotrada en las costillas.

Dice que su infancia fue feliz.
Nunca quise preguntar mucho por su adolescencia.
Porque sé que fue un joven abrochado a un fusil,
un imberbe bajo el plomo.
No tuvo que ser fácil resolver esa ecuación:
guerra, ocupación y adolescencia.

Los primeros años de su vida se fueron por el desagüe de la historia, pisoteados por la bota militar del siglo XX.

La guerra lo convirtió
en huérfano de su propia niñez,
en viudo de los mejores años de su juventud,
en el hijo ilegítimo de la derrota.
Aprendió a correr en 1967.
Se libraba la Guerra de los Seis Días en Palestina.
El desastre lo empapaba todo con sus manos. La muerte se bajó en su parada,
iba a por él y sus amigos,
a recogerlos en la valla del colegio. Tres jóvenes conforman la escena,
tres jóvenes reclutas.
Dieciséis años, dieciséis ventanas a la catástrofe. Palestina significa catástrofe.
Ellos lo saben, nacieron en la tierra equivocada. Para otros tener dieciséis
pasaba por invitar a chicas hermosas a apurar la vida,
pero Palestina significa desconsuelo,
significa humillación.

Palestina es una vista panorámica del desasosiego,
el nombre en árabe de la desesperación.
Palestina es ningún lugar,
una tierra inexistente en los registros,
kilómetros cuadrados de amargura.

Como decía: dieciséis años, tres niños asustados, varios tanques a su encuentro.
Allí vio mi padre a la amistad
colgar desangrada de esa valla
que uno de ellos nunca pudo superar.

Corrió. El corrió.
Corrió hacia las montañas, corrió como quien busca otra vida, algún despiste del destino que le permitiera contarlo.
Debió equivocarse la guadaña
porque quien escribe esto es su hijo.
Este poema es la deuda que tenía con él, con sus pies que nacieron descalzos y sin tierra,
con sus pies doloridos que no pudieron pisar nunca
un metro cuadrado de tranquilidad,
mi deuda con sus pies que corrieron bajo el fuego enemigo, mi deuda con sus piernas que temblaron bajo el fuego enemigo,
mi deuda con sus manos atadas por el odio enemigo.

Gracias padre, por correr para que hoy yo estuviera aquí.
Seguramente en Palestina haya una bala fallida
con mi nombre escrito en el acero.

Yo sé que ha pasado el tiempo,
pero no se puede mirar a la muerte a los ojos y regresar intacto. Nadie, nadie puede.

Palestina significa ocupación, injusticia, derrumbe. En esto consistió la vida de mi padre allí.

Episodios como estos hacen
que uno nunca llegue a ser del todo adulto
y nunca pueda ser del todo un niño.
La infancia se va. El agujero, el agujero permanece.
No conozco a ningún palestino
al que no le duela un país entero dentro.
No lo conozco.

Huir, plantar tus doloridas raíces en otra tierra
—como si eso fuera posible—
era la única puerta a la esperanza,
una vida sin señales de retorno. Es difícil vivir cuando se está
a 15 minutos del próximo estruendo,
tan al borde de otra nueva humillación.

Y de luto las palabras, de luto los hermanos,
de luto las escuelas y el refugio, de luto bicicletas,
de luto el aire la risa cancelada los olivos los pañuelos, todo de luto.

Y luego el silencio.
A la historia de Palestina la acompaña el silencio.
Mi padre es un hijo del desastre
e hijo del silencio.
Todos los palestinos que abandonaron
un día sus casas para no volver,
aquellos que buscaron esquivar el daño en otra tierra,
son hijos del silencio.
Son los escritores de novelas sin páginas
que cuentan esas historias
en las que la obligación de emigrar
convierte a los hombres en familia de la nada,
con sus padres lejos, sus hermanos lejos,
con su patria ausente
y sus sueños desbaratados en alguna parte.

Debería acabar ya este poema.
Darle al botón de apagado del renglón.
Necesito un final.

Os contaré algo: lo que me produce saber que mi padre tuviera que soportar la brutalidad del hombre siendo niño.
Pienso en él con 5 años, temblando, en tierra hostil
con su cuerpo diminuto,
con su pequeña alma de refugiado y solo quisiera acudir en su busca
tomarlo en brazos, salvarlo de aquello,
abrazarlo y acariciarlo,
poder acunar al niño que fue mi padre y protegerlo,
llevarlo de la mano a algún parque
a comer helado, jugar con él, sentir su risa,
hacerle cosquillas, hacer lo que sea
para abrir las puertas que se le cerraron dentro
y que olvide todo lo que tuvo que pasar siendo tan frágil.

Y al abrazarlo, ser el hombre
que salva a todos los niños indefensos,
a todos los que pagan en su niñez
la brutalidad del mundo adulto,
ser el guardián entre el centeno,
salvar a quien se asome al precipicio.

Eso quisiera, eso quisiera.

Desde que tengo consciencia de esto,
jamás he dejado de preguntarme
—y ahora te hablo a ti, Padre—,
cómo lo lograste,
cómo lo hiciste para,
no traer nada de eso a nuestras vidas,

cómo pudiste con aquello,
cómo diablos lograste
después de todo,
seguir teniendo tanta luz en la mirada.

Marwan


lunes, marzo 25, 2024

Quiero... Sueño...







No me contéis más cuentos.
Contad
y recontadme este sueño.
Romped,
rompedme los espejos,
deshacedme los estanques,
los lazos,
los anillos,
los cercos,
las redes,
las trampas
y todos los caminos paralelos.
Que no quiero,
que no quiero,
que no quiero,
que me arrullen con cuentos;
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero que me sellen la boca y los ojos con cuentos;
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero que me entierren con cuentos;
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero verme clavado en el tiempo,
que no quiero verme en el agua,
que no quiero verme en la tierra tampoco,
que no quiero verme a su ovillo como un hilo de baba sujeto…
Quiero verme en el viento,
quiero verme en el viento,
quiero verme en el viento,
quiero verme en el viento.
Quiero, ¡quiero!… sueño… ¡sueño!…
Soy gusano que sueña … y ¡sueño!…
¡verme un día volando en el viento!

León Felipe

Evoéh

César Gómez


domingo, marzo 24, 2024

Tres eran tres



Tres eran tres mis bienes de antaño:
tu letra, tu voz y un pañuelo blanco.

Tu letra entre miles reconocería,
la T de «te quiero», el A de «alma mía»;
tu voz brasa y miel en la noche fría.
Y desde el balcón, al rayar el día,
el pañuelo «vuelve» y «adiós» te decía.

Tres eran tres mis bienes de antaño,
y los tres son hoy recuerdo aventado.

Tu voz se me pierde por esos barrancos,
las cartas las lleva el viento a otro lado.
Ni letra, ni voz,
ni el pañuelo sabe
a quién dice adiós.

Carmen Martín Gaite


Carmen Martín Gaite

Amancio Prada


sábado, marzo 23, 2024

Caracola





A Natalia Jiménez

Me han traído una caracola.

Dentro le canta
un mar de mapa.
Mi corazón
se llena de agua
con pececillos
de sombra y plata.

Me han traído una caracola.

Federico García Lorca


Vicente Monera

Rubén Suárez (Trobaversos)


viernes, marzo 22, 2024

Matar las tardes



Esta no es la embajada del reproche
ni el vademécum de lo que perdí,
para que llueva, para ser de noche
es condición sine qua non to be

or not to be, como intuyó el bolero
calavera de un príncipe danés,
se equivoca la urgencia y el te quiero
que no vuelve la ausencia del revés.

Escribo sólo por matar las tardes,
por no ponerme a deshacer maletas,
por no arrastrarme por las estaciones,

por no andar, como el rey de los cobardes,
mustio, con un ramito de violetas,
en el sepelio de las decepciones.

Joaquín Sabina


Sole Giménez, Ismael Serrano. Música: Pedro Guerra


jueves, marzo 21, 2024

Soledad





Todos van, todos saben...
solo yo no sé nada.

Solo yo me he quedado
abstraída y lejana,

soñando realidades,
recogiendo distancias.

Cada pájaro sabe
qué sombra da su rama,

cada huella conoce
el pie que la señala.

No hay sendero sin pasos
ni jazmines sin tapia...

¡Solo yo me he quedado
en la brisa enredada!

Solo yo me he perdido
en un vuelo sin alas

por poblar soledades
que en el cielo lloraban.

Solo yo no alcancé
lo que todos alcanzan

por mecer un lucero
a quien nadie besaba.

Ernestina de Champourcín


Paco Damas y Clara Montes

Vicente Monera


Madrigal



Yo te miré a los ojos
cuando era niño y bueno.
Tus manos me rozaron
y me diste un beso.

(Los relojes llevan la misma cadencia,
y las noches tienen las mismas estrellas.)

Y se abrió mi corazón
como una flor bajo el cielo,
los pétalos de lujuria
y los estambres de sueño.

(Los relojes llevan la misma cadencia,
y las noches tienen las mismas estrellas.)

En mi cuarto sollozaba
como el príncipe del cuento
por Estrellita de oro
que se fue de los torneos.

(Los relojes llevan la misma cadencia,
y las noches tienen las mismas estrellas.)

Yo me alejé de tu lado
queriéndote sin saberlo.
No sé cómo son tus ojos,
tus manos ni tus cabellos.
Solo me queda en la frente
la mariposa del beso.

(Los relojes llevan la misma cadencia,
y las noches tienen las mismas estrellas.)

Federico García Lorca


21 de marzo, Día Mundial de la Poesía

miércoles, marzo 20, 2024

Casida del llanto







He cerrado mi balcón
porque no quiero oír el llanto
pero por detrás de los grises muros
no se oye otra cosa que el llanto.

Hay muy pocos ángeles que canten,
hay muy pocos perros que ladren,
mil violines caben en la palma de mi mano.
Pero el llanto es un perro inmenso,
el llanto es un ángel inmenso,
el llanto es un violín inmenso,
las lágrimas amordazan al viento
y no se oye otra cosa que el llanto.

Federico García Lorca


Carlos Cano

Juan Valderrama


martes, marzo 19, 2024

Cancioncilla del primer deseo





En la mañana verde,
quería ser corazón.
Corazón.

Y en la tarde madura
quería ser ruiseñor.
Ruiseñor.

(Alma,
ponte color de naranja.
Alma,
ponte color de amor)

En la mañana viva,
yo quería ser yo.
Corazón.

Y en la tarde caída
quería ser mi voz.
Ruiseñor.

¡Alma,
ponte color naranja!
¡Alma,
ponte color de amor!

Federico García Lorca


Marta Gómez

Santiago Auserón


lunes, marzo 18, 2024

La monja gitana







           A José Moreno Villa

Silencio de cal y mirto.
Malvas en las hierbas finas.
La monja borda alhelíes
sobre una tela pajiza.
Vuelan en la araña gris,
siete pájaros del prisma.
La iglesia gruñe a lo lejos
como un oso panza arriba.
¡Qué bien borda! ¡Con qué gracia!
Sobre la tela pajiza,
ella quisiera bordar
flores de su fantasía.
¡Qué girasol! ¡Qué magnolia
de lentejuelas y cintas!
¡Qué azafranes y qué lunas,
en el mantel de la misa!
Cinco toronjas se endulzan
en la cercana cocina.
Las cinco llagas de Cristo
cortadas en Almería.
Por los ojos de la monja
galopan dos caballistas.
Un rumor último y sordo
le despega la camisa,
y al mirar nubes y montes
en las yertas lejanías,
se quiebra su corazón
de azúcar y yerbaluisa.
¡Oh!, qué llanura empinada
con veinte soles arriba.
¡Qué ríos puestos de pie
vislumbra su fantasía!
Pero sigue con sus flores,
mientras que de pie, en la brisa,
la luz juega el ajedrez
alto de la celosía.

Federico García Lorca


En ocasiones veo el mar

Vicente Pradal

Vicente Monera


sábado, marzo 09, 2024

Ateo



Dame
minuto perdido
tu sentido entero.

Dame
nube olvidada
tu hermosa tristeza sin arraigo.

Dame
Vida mía única
tu imposible verdad.

Dame
mi soledad
tu repleta cosecha de renuncias.

Dame
muerte mía
tu relámpago de abrasado total.

Y tú-electrón terrible,
y tú-vértigo de distancias,
y tú-velocidad de la luz,
y tú-infinitud de guarismos,
y tú-secreto goce germinal de las pequeñas larvas que bucean hacia el sol,
y tú-lindo caballito de cartón de mis sueños de niño destripador,
dadme en seguro trance
vuestro centro inexorable
de palpitar dulcísimo:
entregadme en éxtasis deslumbrado
el devenir ciego de tanta primavera tronchada.

A ver si así
solo y con todo
compongo de mi sed indecible
el tremendo suceder de la Totalidad.

Miguel Labordeta


Pablo Guerrero


martes, febrero 27, 2024

La nave de los locos



La tinta verde del amanecer
Se ha puesto a revisar fotografías
La ciudad se pregunta, ¿quién va a ser?
El voluntario de las utopías

Nuestra consigna, hoy, es resisitir
Colocados delante de los focos
Expertos en vivir
La nave de los locos

Vulnerables de amor y de ilusiones
Después de tantas cosas, aquí estamos
Herederos de todas las canciones
Que faltan por cantar

Somos los amos de la mejor poesía callejera
Corazones sencillos o barrocos
Aquí cabe cualquiera
La nave de los locos

Aquí estamos después de tantos ríos
En las esquinas de la despedida
Las luces de los bares más perdidos
Las noches en la boca más vivida

No te expliques, no digas lo que haces
No pienses si son muchos o son pocos
Con guerras o con pases
La nave de los locos

Luis García Montero


Quique González


lunes, febrero 26, 2024

Piedra de sal







Tú estabas dormida
como el agua que duerme en la alberca …
y yo llegué a ti
como llega
hasta el agua que duerme
la piedra.
Turbé tu remanso y en ondas de amor te quebraste
como en ondas el agua que duerme se quiebra
cuando
llega
a turbar su remanso dormida
la piedra.

Piedra fui para ti, piedra soy
y piedra quiero ser, pero piedra
blanda de sal
que al llegar a ti se disuelva
y en tu cuerpo se quede
y sea
como una levadura de tu carne
y como el hierro de la sangre en tus venas.
Y en tu alma deje una sed infinita
de amarlo todo … y una sed de belleza
insaciable…
eterna…

León Felipe


Evoéh



domingo, febrero 25, 2024

Escribo para no morirme de pena



Escribo para no morirme de pena
para no ahogarme en esta sed de asesinar
que cubre las horribles tardes onanistas
de los afanosos alojos de los cines.
Daría mi sed y mi apellido
por un beso tan solo…
pero solo hay saliva bajo el ardiente
pluscuamperfecto de lo humano.
Me daría por un dios dulce
que me hiciera agonizar en la luz
pero el jinete negro de mis sueños
me invita a la feroz destrucción
de la forma sangrienta de los sepulcros.
Por no entregarme a él, tan verdadero… escribo, hablo,
me devoro en mi propia locura de ser hombre.

Miguel Labordeta


Josean Souto


jueves, febrero 22, 2024

Tras arder siempre, nunca consumirme



Tras arder siempre, nunca consumirme;
y tras siempre llorar, nunca acabarme;
tras tanto caminar, nunca cansarme;
y tras siempre vivir, jamás morirme;

después de tanto mal, no arrepentirme;
tras tanto engaño, no desengañarme;
después de tantas penas, no alegrarme;
y tras tanto dolor, nunca reírme;

en tantos laberintos, no perderme,
ni haber, tras tanto olvido, recordado,
¿qué fin alegre puede prometerme?

Antes muerto estaré que escarmentado:
ya no pienso tratar de defenderme,
sino de ser de veras desdichado.

Francisco de Quevedo


Manzanita



martes, febrero 20, 2024

Tótum Revolútum



No soy más que un escobero
Un guardajoyas cualquiera
Un pisaúvas un matón
No soy más que un angelote.

Soy en esta tierra un pillo
de siete suelas un títere
un tiesto un encapuchado
un fresco que toma el fresco.

Soy un doliente arlequín
y un guardagujas nocturno
un tonto de capirote
un maestrescuela excomulgado.

Además soy ¡qué sé yo!
Un cachivache eterno
Un violín en la cocina
Un palillo en el desierto
Una vela encendida en una roca
Una regadera en el mar
¡Y un andaluz en un andén!

Carlos Edmundo de Ory


Fernando Polavieja


sábado, febrero 17, 2024

No deixez morir a mía voz



Y tó que tos digo, amigos
d'aquí y d'astí y d'allá
tó, o sé de seguro,
son cosas qu'atros han dito,
qu'atros antis más
han sentiu, y que uey
sentiz con yo...

A mía voz
tremola con os aires
brilla con o sol,
se chela con os cierzos,
s'aflama con as calors...

A mía voz ye a de tú
y a d'ixa chen
que no conexemos
ni tú ni yo.

Ye a vida de nusatros,
d'os que nos fa mal
o corazón,
d'os qu'encara somos ninóns
con o peso d'as añadas
y as arrugas d'o dolor...

A mía voz
¿en tiengo encara de voz?
ye de tú, amigo,
no a deixes morir en yo.

Ánchel Conte
In memoriam

Voz en el Festival Rasmia de Zaragoza

Ánchel Conte


viernes, febrero 16, 2024

Finis Musicae



En todas las veredas sangran seres humanos
Ha llegado la hora de todos los heridos
Ya no es tiempo de hablar de hamacas y de miel
Hay duelo por doquier y voces de conmoción
Me despierto y veo que el mundo es una pesadilla
Pronto mi oreja se llena de estruendo
El canto de los pájaros del amanecer
no acapara más mi conciencia filarmónica
Tanto alboroto en el mundo tanta disonancia
Salgo del sueño y se acaba el sueño para mí
El alba se cubre de nubes y es otra vez de noche

Carlos Edmundo de Ory


Luis Eduardo Aute


jueves, febrero 15, 2024

No es que muera de amor, muero de ti



No es que muera de amor, muero de ti.
Muero de ti, amor, de amor de ti,
de urgencia mía de mi piel de ti,
de mi alma de ti y de mi boca
y del insoportable que yo soy sin ti.

Muero de ti y de mí, muero de ambos,
de nosotros, de ese,
desgarrado, partido,
me muero, te muero, lo morimos.

Morimos en mi cuarto en que estoy solo,
en mi cama en que faltas,
en la calle donde mi brazo va vacío,
en el cine y los parques, los tranvías,
los lugares donde mi hombro acostumbra tu cabeza
y mi mano tu mano
y todo yo te sé como yo mismo.

Morimos en el sitio que le he prestado al aire
para que estés fuera de mí,
y en el lugar en que el aire se acaba
cuando te echo mi piel encima
y nos conocemos en nosotros, separados del mundo,
dichosa, penetrada, y cierto, interminable.

Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos
entre los dos, ahora, separados,
del uno al otro, diariamente,
cayéndonos en múltiples estatuas,
en gestos que no vemos,
en nuestras manos que nos necesitan.

Nos morimos, amor, muero en tu vientre
que no muerdo ni beso,
en tus muslos dulcísimos y vivos,
en tu carne sin fin, muero de máscaras,
de triángulos obscuros e incesantes.
Muero de mi cuerpo y de tu cuerpo,
de nuestra muerte, amor, muero, morimos.
En el pozo de amor a todas horas,
inconsolable, a gritos,
dentro de mí, quiero decir, te llamo,
te llaman los que nacen, los que vienen
de atrás, de ti, los que a ti llegan.
Nos morimos, amor, y nada hacemos
sino morirnos más, hora tras hora,
y escribirnos y hablarnos y morirnos.

Jaime Sabines