Cuando yo muera, amado mío,
no cantes para mí canciones tristes,
olvida falsedades del pasado,
recuerda que fueron solo sueños que tuviste.
Qué falsa invulnerabilidad la felicidad.
¿Dónde estará ahora?
¿Dónde estará mañana?
Cuando yo muera, amado mío,
no me mandes flores a casa.
No pongas rosas sobre el mármol de mi fosa.
No escribas cartas sentimentales
que solo serían para ti.
Cuando yo muera, mañana,
habrá cesado el miedo de pensar
que ya siempre estaré sola.
Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.
Un poema de Lèdo Ivo es una luciérnaga que busca una moneda perdida. Cada moneda perdida es una golondrina de espaldas posada sobre la luz de un pararrayos. Dentro de un pararrayos hay un bullicio de abejas prehistóricas alrededor de una sandía. En Cavalo Morto las sandías son mujeres semidormidas que tienen en medio del corazón el ruido de un manojo de llaves.
Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.
Lèdo Ivo es un hombre viejo que vive en Brasil y sale en las antologías con cara de loco. En Cavalo Morto los locos tienen alas de mosca y vuelven a guardar en su caja las cerillas quemadas como si fuesen palabras rozadas por el resplandor de otro mundo. Otro mundo es el fondo de un vaso, un lugar donde lo recto tiene forma de herradura y hay una sola tarde forrada con tela de gabardina.
Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.
Un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo es un río que madruga para ir a fabricar el agua de las lágrimas, pequeñas mentiras de lluvia heridas por una púa de acacia. En Cavalo Morto los aviones atan con cintas de vapor el cielo como si las nubes fuesen un regalo de Navidad y los felices y los infelices suben directamente a los hipódromos eternos por la escalerilla del anillador de gaviotas.
Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.
Un poema de Lèdo Ivo es el amante de un reloj de sol que abandona de puntillas los hostales de la mañana siguiente. La mañana siguiente es lo que iban a decirse aquellos que nunca llegaron a encontrarse, los que aún así se amaron y salen del brazo con la brisa del anochecer a celebrar el cumpleaños de los árboles y escriben partituras con el timbre de las bicicletas.
Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.
Lèdo Ivo es una escuela llena de pinzones y un timonel que canta en el platillo de leche. Lèdo Ivo es un enfermero que venda las olas y enciende con su beso las bombillas de los barcos. En Cavalo Morto todas las cosas perfectas pertenecen a otro, como pertenece la tuerca de las estrellas marinas al saqueador de las cabezas sonámbulas y el cartero de las rosas del domingo a la coronita de luz de las empleadas domésticas.
Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.
En Cavalo Morto cuando muere un caballo se llama a Lèdo Ivo para que lo resucite, cuando muere un evangelista se llama a Lèdo Ivo para que lo resucite, cuando muere Lèdo Ivo llaman al sastre de las mariposas para que lo resucite. Háganme caso, los recuerdos hermosos son fugaces como las ardillas, cada amor que termina es un cementerio de abrazos y Cavalo Morto es un lugar que no existe.
Vistió la noche, copo a copo,
pluma a pluma,
lo que fue llama y oro,
cota de malla del guerrero otoño
y ahora es reino de la blancura.
¿Qué hago yo, profanando, pisando
tan fragilísimo plumaje?
Y arranco con mis manos
un puñado, un pichón de nieve,
y con amor, y con delicadeza y con ternura
lo acaricio, lo acuno, lo protejo.
Para que no llore de frío.
Quizá mañana
cuando mi mirada
no brote en la luz
como pobre amapola de agua,
venga la soledad.
Pero hoy canto en libertad
y mientras canto
no estoy aislado,
pues el corazón va conmigo
y con él hablo.
Beberé el paisaje
en un amanecer de lirios.
Las campanas del mar
en los vientos fugitivos.
Cada momento un pájaro,
cada pulso un latido.
Una espada de lluvia
cortando la flor del viento.
Ni las miradas torvas,
ni los labios esquivos,
ni las voces enemigas,
ni los hombres miserables.
Viviré como el fuego
encendido en la noche.
Tendré cumbres de estrellas,
cantaré para los hombres.
Estoy conmigo mismo.
El corazón es quien manda,
y yo obedezco.
Cicais mañá
cando a miña mirada
non abrolle na luz
como cativa mapoula de auga,
veña a soedade.
Pero hoxe canto en libertá
e mentras canto
non estou isolado,
que o corazón vai comigo
e con il falo.
Beberei a paisaxe
nun amencer de lirios.
As campanas do mar
nos ventos fuxidíos.
Cada intre un paxaro,
cada pulso un latexo.
Unha espada de chuvia
cortando a frol do vento.
Nin as olladas torvas,
nin os beizos esquivos,
nin as voces nemigas
nin os homes cativos.
Vivirei coma o lume
alcendido na noite.
Terei cumios de estrelas,
cantarei para os homes.
Estou comigo mesmo.
O corazón é quen manda,
i eu obedezo.
Si foses a xantar con poderosos
coida ben a carón de quén te sentas.
Pexa a túa gula e couta os teus degaros,
ponlle portas á fame si a tiveras,
pois é pan mintireiro o pan dos ricos,
dóce por fóra, por dentro amarguexa.
Afoga a túa cobiza,
non desacougues por xuntar facenda.
¿Non coidas que a riqueza non é nada,
que o vento a trai e o vento axiña a leva?
Non comas pan dun home deshonroso,
nin da fartura dil teñas envexa.
Diráche, come e bebe, meu amigo,
disfroita dos meus teres canto queiras;
mais o seu pensamento non concorda,
de boca afora serán as súas verbas,
pois o seu corazón, cativo e duro,
ten de cotío pechas
as fenestras do amor e da xusticia.
Non o esquezas.
Si fueses a comer con poderosos
mira bien al lado de quien te sientas.
Cierra tu gula, acota tus deseos,
ponle puertas al hambre que tuvieras,
porque es pan mentiroso el de los ricos,
dulce por fuera, por dentro amarguea.
Ahoga tu codicia,
no te preocupes por juntar hacienda,
¿No ves que la riqueza es como nada,
la trae el viento, el viento se la lleva?
No comas pan de un hombre deshonroso,
ni de la hartura de él tengas envidia.
Te dirá, come y bebe, amigo mío,
disfruta de mis bienes cuanto quieras;
pero su pensamiento no concuerda,
de boca afuera serán sus palabras,
porque su corazón, cativo y duro,
tiene cerradas siempre
las ventanas del amor y la justicia.
No lo olvides.
Este beso que tiembla en tu boca y en la boca mía,
tiene un dejo de amarga verdad, de dulce mentira,
es licor de muerte
y es a un tiempo venero de vida.
Es Infierno por senda de flores,
es la Gloria por senda de espinas.
Es risa entre llanto,
es llanto entre risa.
Es abismo muy hondo... muy negro... que una astral claridad ilumina.
Es el árbol que guarda en sus ramas la fruta prohibida,
y cuando a ella se alarga la mano una fuerza interior, la retira.
Es embrujamiento.
Pecado que brinda
en el fondo un aroma muy puro de incienso y de mirra...
Pecado que enciende
tanto fuego que al fin, purifica.
Este beso que fue condenando nuestros labios a eterna sequía;
que nos fue, poco a poco, mermando la sangre y la vida...
Ahora ya en el umbral de la muerte aún le siento que vivo palpita,
¡este beso que nunca se dieron tu boca y la mía!
Supongamos que...no hay día en que no me acuerde de ti, y cada vez que te pienso tenga que distraerme para poder parar. Supongamos que me atrevo a decirte algo.
¿Reaccionarías?
¿Crees que merece la pena empeñar mi orgullo? ¿Empeñar la poesía?
Supongamos.. que desaparece aquel mes, aquel fin de semana. Supongamos que aquello no acabó conmigo. Supongamos que quiero ir de nuevo a la estación e intentar captar una imagen mientras llega el tren.. y tú con el.
Y ahora... ahora yo supondré que tú aún no me has olvidado, que no has borrado una sola fotografía mía, ni un solo mensaje.. ni una sola carta.. que tu intención no era la de alejarme matándome poco a poco. Que aún queda esperanza, que no la hemos desperdiciado toda..
¿Marcarías mi número?
Son las cuatro de la mañana de cualquier día de enero y es tu silencio el único que ahora me despierta al caer la noche. Es tan difícil conciliar el sueño después de habértelo regalado a ti. A veces pienso en llamarte, o escribirte para que me lo devuelvas. Echo tanto de menos a la persona que solía ser antes de conocerte, antes de convertirme en la mitad de todo, de nada.
Sin ti me sobran la mitad de todos mis cigarrillos, los cinco minutos de más después de apagar el despertador, una cucharada doble de azúcar en el café, media botella de butano al ducharme. Me sobra la mitad de la cama, de la almohada, del sofá. Sin ti las películas las veo enteras y leer antes de cerrar los ojos ha dejado de ser mi estrategia para que me quitaras el libro, y siguiéramos con la poesía debajo de las sábanas.
Y sin embargo, te fuiste.
Y a mí solo me queda suponer que a ti también te sobran las mismas mitades que a mí, que tú también echas de menos mis manos cuando tienes frío, y que Madrid es la mitad de bonito sin nuestros besos en mitad de la Gran Vía.
Sigo parándome delante de cada tienda de libros viejos, pero ahora sin ti, por si te viera pasar. Sigo notando tu nombre en mi nuca cada vez que me recojo el pelo y sigo notando tus dientes en la cicatriz que me dejaste en la clavícula.
Ojalá decir que te grabaste en mi piel a fuego fuera solo una metáfora más.
Ojalá decir que te llevaste mi corazón... no fuese tan real.
Lo echo de menos, ¿sabes? echo de menos oírlo latir al otro lado de mi pecho. Acunarlo por las noches y leerle a Salinas para que cogiera el sueño.
Mi amor,
léele
a
Salinas,
que solo él sabe describir en verso,
lo mucho que a ti..