martes, marzo 31, 2009

Para que yo me llame Ángel González



Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo el mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento...

Ángel González

Ángel González

3 comentarios:

Max dijo...

Fantástica recopilación.
Este poema, puede que me equivoque al interpretarlo, te lleva a una reflexión sobre las generaciones y el viaje de la vida. Utiliza comparativas muy hermosas.

Anais dijo...

Qué bellísimo poema...

Claudieta dijo...

Es un maravilloso poema, que hurga en ese desaliento que acude a la vejez. Donde parece que ya todo está hecho y falta la ilusión por vivir.
Te he descubierto por casualidad.
Tengo mi blog de poesías también, pero mías....soy una incauta.
Seguiré tus publicaciones.
Maravilloso trabajo, un beso