No puede haber otro juego
tan cruel como el billar,
tres hombres en una celda
condenados a chocar.
Siempre es una bola blanca
la que ataca con afán:
la bola roja está roja
de los golpes que le dan.
¡Ay bola roja de sangre
que nunca quiere atacar!
¡Ay blanca bola de nieve
que la obligas a jugar!
El verde color del campo
se ha puesto triste de ver
que a la tierra malherida
no la dejan florecer.
Y todo porque a unos hombres
les parece diversión
lanzarle a la bola roja
disparos al corazón.
Carlos Álvarez
Luis Pastor
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