¡Calla, mi bien! No grites, no llores
no tengas miedo de la noche oscura
no te agarres a mí con los temblores
del que ha visto un león en la espesura
y le asustan los ojos brilladores.
Y a soñar con los ángeles de oro
¡duerme, duerme, mi niño!
Teniendo el corazón hecho ternura
en las estrofas pasa más dulzura
¡canción de cuna que rimó el cariño!
La voz ya no resuena
calmando los temores
del hijo ¡esa es su pena!
que al cielo sus amores
Dios se llevó esta nochebuena.
Ya no calma en la noche tenebrosa
del hijito el pavor
que del rosal florecido, la rosa,
se llevó el segador.
La guadaña implacable que siega
lo mismo el bien que el mal
no ha visto que al cortar el capullo
agostaba el rosal.
María Teresa León
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