Lleva gafas muy gruesas
y un ajado impermeable.
Está muerta de miedo.
A duras penas, grita.
Con los pies y los puños
la emprende con la puerta
blindada del garaje.
Uno de los tacones
se le rompe. Se quita
los zapatos. Descalza,
es mayor todavía
su desamparo. Sigue
golpeando hasta hacerse
sangre. Todo es inútil.
Ya se acercan. El cielo
se rompe en mil pedazos.
Luis Alberto de Cuenca
Loquillo
Luis Alberto de Cuenca, Premio Nacional de Poesía 2015
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