sábado, octubre 11, 2025

La serrana de la Vera





En Garganta de la Olla,
legua y media de Plasencia
se pasea una serrana,
blanca, rubia y halagüeña.

Con la honda en la cintura
y terciada su escopeta.
Cuando tiene sed de agua,
se sube por la ribera;

cuando tiene sed de hombres
se baja por la vereda
pasan hombres, pasan hombres,
no pasa el que ella desea.

Ha pasado un soldadito,
licenciado va a su tierra,
le ha agarrado de la mano,
para su cueva le lleva.

Le ha mandado hacer la lumbre
con huesos y calaveras
y el soldado la pregunta:
¿De qué es esta leña seca?

- Es de un hombre como tú
que he matado en esta cueva
y lo mismo haré contigo
cuando la rabia me venga.

De conejos y perdices
ha puesto una rica cena,
los conejos para él,
las perdices para ella.

Acabados de cenar
le mandó atrancar la puerta
y el soldado que no es torpe,
la dejó sólo entreabierta.

En cuanto la vio dormida,
se echó fuera de la cueva,
legua y media lleva andada
sin volverse la cabeza.

Una vez que la volvió,
- ojalá no la volviera -
vio venir a la serrana,
bramando como una fiera.

Una honda que traía,
la cargó de una gran piedra;
con el aire que la arroja
le derriba la montera.

En la encina que pegó,
partida cayó por tierra:
- Vuelve, vuelve, soldadito,
vuélvete por tu montera.

- Mis padres que con muy ricos
me comprarán otra nueva
y si no me la compraran,
me pasaría sin ella.



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