Todos -casi todos- esconden un puñal.
Cautos a la espera del momento mejor para clavarlo.
En tanto, sonríen, saludan, ponen buena cara,
pues algún gesto o cara hay que poner…
Los perros de la envidia, los osos arrogantes,
el orgullo como gigantes hormigas,
la altivez espantosa, la ingente vanidad
egomaníaca y en tiña como un pez enfermo,
llenan ese cóctel que es pura apariencia
solo batintín de palabras cordiales pero huecas.
El puñal y la horda aguardan su momento.
Cuando llegue, todo será carnicería y fango.
Aplastados, heridos, humillados o rotos entre sí
los altaneros hombres celebran su destino.
Luis Antonio de Villena
Luis Educardo Aute
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