Yo amaba a aquella casa
sin aires de desgracia.
Era como mi alegre
posesión transparente.
Como la flor blanquísima
que en los jarales brilla.
Tal vez yo por entonces
desdeñara a los dioses.
Pues ni ellos habitaban
en regiones tan claras.
Y así como un castigo
perdí lo que era mío.
Un fuego despiadado
prendió en aquellos campos.
Después no quedó nada.
Ni la flor de la jara.
José Agustín Goytisolo
José Agustín Goytisolo
Paco Ibáñez.
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