La niña rosa, sentada.
Sobre su falda,
como una flor,
abierto un atlas.
¡Cómo la miraba yo
viajar, desde mi balcón!
Su dedo -blanco velero-
desde las Islas Canarias
iba a morir al Mar Negro.
¡Cómo la miraba yo
morir, desde mi balcón!
La niña, rosa sentada.
Sobre su falda, como una flor,
cerrado, un atlas.
Por el mar de la tarde
van las nubes llorando
rojas islas de sangre.
Rafael Alberti
1 comentario:
El poema tiene una historia curiosa, Alberti dice en "La Arboleda perdida" (sus memorias) p. 161:
“Esta Sofía era una niña de doce o trece años, a quien en los largos primeros meses de mi enfermedad contemplaba abstraída ante un atlas geográfico tras los cristales encendidos de su ventana. Desde la mía, sólo un piso más alta, veía cómo su dedo viajaba lentamente por los mares azules, los cabos, las bahías, las tierras firmes de los mapas, presos entre las finas redes de los meridianos y paralelos. También Sofía bordaba flores e iniciales sobre aéreas batistas o rudos cañamazos, labor de colegiala que cumplía con la misma concentrada atención que sus viajes. Ella fue mi callado consuelo durante muchos atardeceres. Casi nunca me miraba, y, si alguna vez se atrevía, lo hacía de raro modo, desde la inmovilidad de su perfil, sin apenas descomponerlo. Esta pura y primitiva imagen, de Sofía a la ventana, me acompañó por largo tiempo, llegando a penetrar hasta en canciones de mi Marinero en tierra [...]. Desde entonces, aunque seguí viviendo hasta 1930 en la misma casa, Sofía se borró del todo, muriéndoseme verdaderamente, terminando por ser tan sólo un bello nombre enredado en los hilos de mis poemas”.
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