Uno se despide, insensiblemente,
de pequeñas cosas,
lo mismo que un árbol que en tiempo de otoño
se queda sin hojas.
Al fin, la tristeza
es la muerte lenta de las simples cosas,
esas cosas simples
que quedan doliendo en el corazón.
Uno vuelve siempre a los viejos sitios
donde amó la vida
y entonces comprende cómo están ausentes
las cosas queridas.
Por eso, muchacha, no partas ahora,
soñando el regreso,
que el amor es simple y a las cosas simples
las devora el tiempo.
Demórate aquí
en la luz mayor de este mediodía,
donde encontrarás, con el pan al sol,
la mesa tendida.
Por eso, muchacha, no partas ahora
soñando el regreso,
que el amor es simple y a las cosas simples
las devora el tiempo.
Armando Tejada Gómez
Mercedes Sosa
Martirio y Pedro Guerra
Tania Libertad
Chavela Vargas
Diego el Cigala
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